Olvídate de mí
Irse y jamás volver, el hueco, el vacío, la impotencia. Eso es lo que vive Tricia Riley (Courtney Bell) cuando su marido Daniel (Morgan Peter Brown) desaparece sin dejar rastro alguno. Siete años después la mujer parece bajar los brazos para asumir la realidad: no volverá.
Su hermanita Callie (Katie Parker, de una pasable actuación) la visita luego de un largo tiempo. Una vez en el vecindario -que sufre desapariciones de animales y personas- observa a la embarazada Tricia vivir en un limbo: entre aceptar la definitiva falta de su marido y el desafío de empezar una nueva vida. Pero los (muy bien logrados) sueños lúcidos de Tricia con la aparición de Daniel le recuerdan que él está al acecho y no le pierde pisada.
Apenas recibe en su domicilio el certificado de defunción de su esposo por “ausencia”, y cuando el corazoncito y mente de ella parecen enderezarse... ¡zas!, un zombie digno de The Walking Dead deambula por la calle: es Daniel. Y allí comienza la otra película, la de integrar a su pálido marido (un ente casi) a su nueva vida. Su atemorizado rostro y pésimo estado físico-mental denotan que no la pasó nada bien. Y las explicaciones de su extraña desaparición nunca están claras.
No esperen impactantes efectos especiales en Ausencia, sino la sugestión de desconexión en la que están las víctimas del túnel con una figura (¿araña, langosta?) que rapta a las víctimas y las somete. Lo interesante de este filme de Mike Flanagan es el suspenso generado dentro del túnel donde el efecto de vacío, junto a sórdidas voces del más allá, transportan al espectador hacia el inframundo. Lo negativo es el factor repetición: un argumento espiralado en torno al difuso destino de las víctimas.
En esta producción independiente asoma Doug Jones (El laberinto del fauno), el malogrado Walter Lambert, uno de los “aparecidos”, quien con su mirada perdida le dice a Callie “¿Puedes verme?”, la síntesis de este filme que abrió el festival Buenos Aires Rojo Sangre 2012.