Una película que arranca con cuatro minutos de un plano fijo en una calle como esperando salir, y que luego suma otros tantos en un recorrido nocturno por barrios no muy pudientes mientras suena un programa dedicado a las canciones revolucionarias de antaño, da cuenta de dos datos fundamentales: el ritmo narrativo elegido por el director Michael Wahrmann y la temática a tratar que, como pasa con la radio de noche, es escuchada por pocos quedando en forma subrepticia en la historia.
Así comienza “Avanti popolo”. Suena “La muralla” (Los Quilapayún) o el uruguayo Daniel Viglietti (“Me matan si no trabajo”). Luego que el Hijo (André Gatti) llega a la casa de su Padre (Carlos Reinchenbach) comienza el encuentro generacional y la búsqueda de un pasado no tan reciente, pero bien a flor de piel desde el afecto. Allí mismo, como fantasmal, aparece el primero de varios registros en Súper 8. Dos hermanos jugando a los pistoleros. Un recuerdo, una fantasía de antaño, un sueño…
El realizador utiliza las viejas películas por un lado, y las actuaciones por otro, pero al revés de lo que se supondría. Los dos actores se ven en un registro absolutamente natural, casi en estado puro en donde el realismo es la herramienta principal que nos remite al documental. Por el contrario, las viejas cintas y la intervención de un hombre que repara el proyector de súper 8, comienzan lentamente a construir una suerte de relato en el cual el eje central es el reencuentro con alguien que ya no está. Despareció hace tiempo.
Todo un collage de conceptos (rara la inclusión de una charla sobre el dogma) que giran en torno a la espera. En este sentido, se agradece el gran trabajo de Carlos Reinchenbach en conjunto con dos pequeñas joyas visuales: la dirección de arte presentada en un living que parece salido de un cuento de Po, y el hallazgo de incluir un perro como metáfora de la soledad. El padre perdió un hijo, y en la espera del mismo también signos vitales que,junto con el lugar donde vive, se deteriora inevitablemente.
Por otro lado, el hijo no le va en saga, y si bien representa cierto empuje a salir adelante, no parece tener un destino muy distinto del de su progenitor.
“Avanti popolo” no intenta bajar línea ni ponerse de un lado o del otro de la historia. Es simplemente un retrato del paso del tiempo frente a las pérdidas. Una buena propuesta del reciente cine de Brasil.