La espera eterna
El progreso es algo que arranca en un punto cero y comienza a ir hacia delante sin miras de parar o retroceder. Pero ¿qué pasa cuando se decide que ese progreso no tiene que continuar? ¿Cómo se convive con un dolor y una nostalgia tan enorme que transforma todo lo que se piensa y se cree que nada debe cambiar? Michael Wahrmann maneja esta idea de no progresión en Avanti Popolo (Brasil, 2012) un docudrama centrado en la historia de un hijo (André Gatti) recientemente separado que decide instalarse en la casa de su padre (Carlos Reichenbach) hasta organizarse y termina sumido en una lógica enfermiza.
La casa del padre se encuentra casi abandonada, en ruinas. Y en igual estado se encuentra el padre. ¿Por qué motivo está así? Es lo que iremos develando con el correr de los minutos hasta que la verdad aparece. Un duro revés del destino hizo que hace años perdiera a uno de sus hijos. Y él lo espera eternamente, sin importar que el mundo avance o que el progreso pase por delante de su casa y no se detenga en ella, y en donde la desidia y el dolor han generado metástasis.
Michael Wahrmann es un artesano y un obsesivo por plasmar imágenes que exudan y calan hondo. Los planos detalles de la vivienda, de las paredes, de las manchas de humedad, del papel tapiz roído y antiguo, de los objetos sucios, van construyendo la fuerza de una historia que no avanza. El padre espera, tiene un perro, Ballena. En un momento el perro se escapa y no regresa. Una espera más. Desesperación que no entiende el hijo. La crudeza de un simple hecho que potencia toda la estrategia narrativa anterior y que conmueve.
Mientras asistimos a la intimidad de la relación filial, vamos reconstruyendo el pasado del hijo desaparecido a través de anécdotas e imágenes. Un found footage falso que otorga la impronta que hace falta para sostener el verosímil fílmico a base de planos fijos, eternos, necesarios para narrar la historia del padre que sigue esperando en silencio.
Es que además de hablar sobre pérdidas y esperas, el director también habla de cine. No sólo porque los protagonistas (Gatti y Reichenbach) pertenecen a él, sino por que en la exhibición de rollos de Super 8, con proyectores que dejan de funcionar y que nunca muestran su verdadero ser hay escondida una necesidad por homenajearlo.
Un auto recorre las calles de un pueblo de Brasil y de fondo suenan varios temas musicales del mejor folclore militante latinoamericano. Pero ante “La muralla” de Nicolás Guillén, en versión de Los Quilapayún todo cobra sentido. Y así como nos topamos por primera vez con Gatti, enojado y con una vieja valija, parando el avance del auto, en ese primer stop de la acción de la primera escena de Avanti Popolo, se encierra la lógica de toda la película.