Avatar – El camino del agua: Pitufos con snorkel
El abismo de la forma del agua
El tiempo todo lo destruye… el mismo fenómeno se da con el agua. 13 años después volvemos a encontrarnos con los Pitufos sobre hormonados que surgieron de la mente de quien realizó varias de las mejores películas de la historia. ¿Sigue intacta la magia? Vamos a sumergirnos en Avatar: El camino del agua.
¿De qué va?
Jake y Neytiri han formado una familia y se dedican a la crianza de sus hijos hasta que, para proteger a su familia, se ven obligados a dejar su hogar. Los Sully viajan a través de los vastos confines de Pandora y llegan al territorio del clan Metkayina, que vive en armonía con los océanos que los rodean. Allí, los Sully deben aprender a navegar tanto en el peligroso mundo del agua como en la incomodidad de ganarse la aceptación de su nueva comunidad.
James Cameron revolucionó el cine y la cultura pop en 2009 con la que fue la película más recaudadora de la historia hasta que llegaron los superhéroes. Pasaron 84 años, pero llegó su secuela que nos lleva de Pandora a un nuevo elemento: el agua.
Expectativas. Esa parece ser la palabra clave en este caso. Cómo sucedió hace exactamente un año con Spiderman: No Way Home, estamos ante el evento cinematográfico del año; incluso por sus implicancias podríamos decir de los últimos diez años.
Eso nos posiciona desde otro lugar como espectadores. Nos pasó lo mismo cuando fuimos a ver la segunda de Matrix, o Avengers: Endgame, una vez que una película rompe el paradigma establecido su continuación reviste una responsabilidad inherente a ella misma al estar navegando en las intrincadas mareas de la cultura popular. Y eso pocas veces da resultados positivos.
La continuación de Avatar es visualmente magnífica. Un espectáculo en sí mismo, más si tienen la posibilidad de verla en IMAX; no encontré más de 3 efectos que por la complejidad parecían más cercano a gráficos de PS5… ¿el resto? Una maravilla técnica incomparable.
¿Pero eso es lo que importa? En tiempos de desafíos técnicos constantes, donde todo parece posible en términos de vfxs, las diferencias radican en lo que se cuenta y como el público empatiza con los personajes. Esta continuación nace con el diagnóstico de nuevas secuelas ya realizadas, haciéndola en su ADN más cercana al multiverso superheroico que a su primera parte. No estamos contando una historia, sino un capítulo en algo más grande. Y eso hace perder el foco de lo que se narra.
Avatar: El camino del agua arranca varios años después de la primera, con reencarnaciones, gente que vuelve de la muerte y una nueva familia a la que conocer. Todo esto, se condensa en una voz en off e imágenes que recuerdan al inicio de T2: Judgement Day, luego de eso los personajes principales arrancan en otro lugar.
Y cómo Dorothy, ya no estamos en Kansas. Pero nos gustaba Kansas, y queríamos conocer más. Bueno, todo lo que conocías ya no existe. Ni siquiera las características de sus protagonistas. Mientras Neytiri (Zoe Saldaña) mantiene su personalidad, la paternidad de Jake (Sam Worthington) le juega una mala pasada reconvirtiendo al personaje y haciéndolo navegar en la incertidumbre hasta el último plano de la película.
La nueva generación lleva y trae la acción (encarnados en personajes arquetípicos sacados de las Tortugas Ninjas) pero nunca terminan de asentarse. Incluso, es todo medio predecible llevando a imaginar el futuro de cada uno de ellos y adivinándolo.
Las preocupaciones de Cameron siguen intactas: el océano y el agua como lugar de misterio y amor (Abbys), la secuencia larguísima de acción en un barco en destrucción hundiéndose (Titanic), el destino en las nuevas generaciones (la ya nombrada T2) más su preocupación por el ecocidio y la agenda progre de Disney. En algunos casos, este punto que debería ser de vital importancia, se vuelve tan obvio y acentuado que hasta da mersa.
Avatar: El camino del agua es un show, un espectáculo, un evento cinematográfico que forma parte de una Hidra que va agregando narrativas (ahora parece que va a haber un comic sobre lo que sucede entre la primera y la segunda parte) y que pone a James Cameron en la responsabilidad de contar historias o querer seguir siendo el director más taquillero de la historia. Esperemos que una ola de soberbia no arrastre todos sus logros alcanzados.