The Five Devils Vicky está aprendiendo a controlar su don: puede sentir y coleccionar cualquier olor, como el de su madre, por quien profesa un amor incondicional. Su incipiente poder se pondrá a prueba con la llegada de su tía, que hará despertar en la pequeña los recuerdos de su familia. Léa Mysius crea un singular universo fantástico y un poderoso discurso crítico en torno a la diferencia. Léa Mysius está obsesionada con los sentidos, si en su primer largometraje Ava (2017) seguía la historia de una chica que comienza a perder el sentido de la vista, en The Five Devils descubrimos qué ocurriría con una niña que tiene la capacidad de ver el mundo a través de sus aromas, almacenarlos como recuerdos… y poder viajar entre ellos. Una caja china que va descubriendo secretos a medida que avanza el relato acompañada por una fotografía precisa y hermosa.
Winnie Pooh: Miel y Sangre – Historias de hemoglobina Winnie perdió sus derechos y también sus pruritos Cuando un personaje clásico pierde sus derechos de exclusividad y se convierte en algo de uso público, siempre hay alguien esperando para meter la cuchara. ¿O acaso no recuerdan cuando Nik sacó el Gaturro – Principito al día siguiente de esto? Bueno, ahora le toco el turno al osito mielero, con ¿mejor suerte?. Esto es Winnie Pooh: Miel y Sangre. ¿De qué va? Los días de aventuras y diversión han llegado a su fin, Pooh y Piglet, olvidados y abandonados por Christopher Robin han tenido que valerse por sí mismos. Con el tiempo se han vuelto salvajes, y en un frenesí de sangre, aterrorizarán a un grupo de jóvenes aislados en una cabaña remota. Este no es un cuento para niños. No es tan raro de explicar, más sí de entender. En el mundo del copyright hay cosas que se pueden hacer y otras que no. Se pueden explotar ciertos personajes, pero como tienen derechos es necesario hacer un negocio con quien tiene esos derechos para que ambas partes sigan lucrando. Estos son oportunidades millonarias a la que sólo acceden las grandes majors. Pero una vez que eso termina y cualquiera los puede usar… En un momento de un gran boom del cine de terror de bajo presupuesto (con el éxito de Terrifier 2 en salas, y Blumhouse y A24 metiendo hits a cada rato) cualquier trinchera es hogar, y alguien dijo “¿ya que Winnie Pooh no tiene más copyright, por qué no hacemos una de terror con el personaje?”. Lo que parecía una conversación de drogadictos, se convirtió en una realidad con Winnie Pooh: Miel y Sangre, donde se usan algunos elementos de la historia creada por Alan Alexander Milne pero se le da una vuelta bastante más terrorífica. La situación es: Christopher Robin decide irse para crecer y los animales antropomórficos que solo él podía ver se convierten a la oscuridad por esta situación. A todo esto, el Bosque de los Cien Acres se convierte en un lugar mucho más lúgubre y la banda se vuelve amante de la sangre (además de la miel). Lo que podría ser una gran idea, con una buena base marketinera para llamar la atención de un gran público, termina siendo una posibilidad desperdiciada, A nivel dirección general todo es mal hacer: los planos son confusos y no permiten entender lo que está sucediendo, la iluminación perjudica más esto, las actuaciones son por lo menos poco agraciadas, y la historia nunca termina de explicar hacia donde va. Los elementos que podrían ser distintivos y explotados para darle un norte a la película se resuelven de manera muy amateur: los trajes parecen demasiado un traje (se podría haber resuelto desde el guión), el juego con la miel queda poco claro, la figura de la mujer vuelve a foja cero a la época de la tetona-que-solo-debe-morir, y el final es completamente anticlimático. Es cierto que como idea es gigantesca, y tiene toda la potencialidad… ahora, eso tiene que venir acompañado por un respeto por los amantes del género y por el trabajo realizativo en sí. Parecería que lograron vender la película solo por su idea sin mostrar una secuencia, sino no se entiende. Realizar una película de manera independiente no significa que sea de mala calidad. Puedo imaginar que algo va a haber para los que busquen divertirse a pesar de todo, o los que se emocionen con la primera secuencia (que es animada y casi lo único que brilla) y aguanten la energía un tiempo más, pero los errores a nivel realizativo de Winnie Pooh: Miel y Sangre no deberían olvidarse solo en pos de una buena idea con potencial, sino el género así no crece más.
Asfixiados: ahogarse en un vaso de agua (importada) Una película argentina, pero no… Una pareja en crisis, un amigo con indicios de andropausia, malas inversiones, un barco en la mitad de ¿Argentina? ¿Brasil? ¿Uruguay? y Natalia Oreiro… mezclás todo y sale Asfixiados. ¿De qué va? Después de veinte años de casados, una hija y carreras exitosas, Nacho y Lucía hace tiempo que no están solos. La rutina aniquiló la intimidad. Se miran y a veces no se reconocen. Él se volvió un adicto a su productora y ella a su restaurante. Pasar unas vacaciones románticas en un velero de lujo junto con dos amigos le pareció una idea genial a Nacho, y Lucía aceptó. Sin embargo, mientras que en tierra firme cada uno hace su vida por su lado, en un velero no hay a donde escapar, no hay treguas. Como un anuncio del desastre que se avecina, el velero comienza a tener desperfectos y una tormenta termina de romper la embarcación. Lucía y Nacho quedan solos y a la deriva. Existe un gran problema con nuestro cine: aunque hace años que existe y hasta tuvimos una industria, es complicado en las grandes producciones separarse de copiar modelos externos, haciéndole perder la escencia (si eso existe…) de la idiosincracia del lugar de donde surge el relato. Si se piensa Asfixiados a nivel productivo, es un proyecto de bajo presupuesto: tiene dos locaciones (una casa y un barco), y 6 personajes en total (uno de ellos sólo aparece en videollamada) más un par de extras. El peso pesado aparece con su dupla protagonista compuesta por Leonardo Sbaraglia y Julieta Díaz, y luego en el agregado de la figura de Natalia Oreiro que parece cumplir con un favor apareciendo dos veces en formato videollamada. Hay un conflicto en el relato que viene de la mano con una búsqueda constante de las películas que buscan mercados internacionales (ya sea por la vía festivales o por la vía plataformas) salvo algunas excepciones: la historia se cuenta en una Argentina de alta alcurnia, en donde todo es lujo y sólo vive gente blanca y hegemónica. Eso sí; se habla BIEN ARGENTO, como Sbaraglia demuestra a cada rato intentando generar la risa con sus puteadas. Eso hace que hasta el lugar sea extraño e inclasificable, podría ser Uruguay (pero como soy pobre, no conozco), o incluso Italia (aunque luego nos enteramos que uno de los personajes quiere viajar allí), así que tampoco, pero definitivamente no es Argentina. Todo ese lujo -que no es tanto vulgaridad porque nunca se pone en conflicto- no nos permite empatizar con los personajes y su situación, que básicamente son el eje de toda la historia. Todo se habla en dólares, todo es super-producción y todo ese alejamiento de la realidad en la que vivimos en nuestro país sí parece desviarse a los personajes: ellos no saben quienes son, no se conocen, no entienden lo que cada uno está atravesando. Incluso el padre no parece ni tener relación con su hija más que espiarla a la escucha detrás de una puerta. Puede que haya alguna búsqueda en eso. Los personajes secundarios son Marco Antonio Caponi y Zoe Hochbaum, una pareja liberal y abierta muy progre y como tal… totalmente fake, más si entendemos la diferencia de edad y los proyectos de ambos. Se podría haber aprovechado alguna dinámica de deseo cruzado, pero eso se diluye luego de una escena bastante poco interesante donde ambas mujeres cantan juntas tomando champagne. Incluso, cuando el conflicto estalla (ya casi llegando al tercer acto, tarde y de manera bastante torpe) ellos deciden bajarse -literamente- del mismo… por lo que su presencia sólo es necesaria para que la pareja protagonista no arranque a estar sola desde el principio. Con el diario del lunes, si llegaban después y se quedaban un poco más con ellos la tensión hubiese sido aún mayor. La figura del barco es la que guía toda la razón de ser de la película. Uno se imagina que primero consiguieron un barco y después surgió todo lo demás. Claro que para un conflicto tan teatral asusta encontrar que hubo cuatro guionistas acreditadxs, lo que permite también entender algunos desbarajustes o situaciones desprolijas… tantas voces diferentes hablando al mismo tiempo en una historia de primera vista tan simple sólo ensucia el resultado. Hacia el final no importa que nada tenga sentido, o que los personajes actúen alocadamente producto de sustancias o la excusa argumental que sea. Hay un momento de conexión en los personajes que se debería sentir “real”, pero que producto de todo el devenir tambaleante de los elementos de la puesta en escena, terminan perjudicando a la película que podría haber resaltado mejor la figura de sus protagonistas.
John Wick 4: como los vinos, se pone mejor Keanu Reeves modo asesino total Muchxs dicen que las segundas partes nunca son mejores que las primeras, el rumor se concreta casi completamente en una tercera… ¿pero las cuartas partes? John Wick 4 viene a mostrar cómo manteniendo el equipo sin alterar, se puede seguir innovando y mejorando en un universo a puro tiro y cosha golda. ¿De qué va? John Wick (Keanu Reeves) descubre un camino para derrotar a La Mesa. Pero antes de poder ganar su libertad, Wick deberá enfrentarse a un nuevo enemigo con poderosas alianzas en todo el mundo; y contra las fuerzas que convierten a viejos amigos en enemigos. El mundo del entretenimiento actual ama las sagas, cuantas más películas se puedan realizar con la posibilidad de tener a un público cautivo y de esa manera tener un piso de recaudación asegurado es el sueño húmedo de todos los productores ejecutivos en occidente. Esto termina perjudicando a las obras, porque se repiten y evitan desviarse del camino para poder seguir existiendo. ¿Pero qué pasaría si quienes realizan la película realmente amaran lo que hacen? Bueno, así se siente esta nueva parte del mundo del asesino amante de los cánidos. Keanu Reeves está angelado, no le entra una bala como si llevara el mejor kevlar. El mundo del entretenimiento está rendido a sus pies y él sigue entregando todo de sí. Con 58 (CINCUENTA Y OCHO) años sigue trabajando lo físico con rigor y mejorando los stunts película a película. El director Chad Stahelski (que viene del mundo de los dobles de riesgo y luego de la primera John Wick se posicionó como director) lo acompaña con soltura, creciendo cinematográficamente película a película y rodeándolo de un grupo de acompañantes que suben la vara. Como los casos de Donnie Yen (leyenda oriental), Bill Skarsgård (ex payaso asesino), Laurence Fishburne, Hiroyuki Sanada, Shamier Anderson, Rina Sawayama, Scott Adkins, Ian McShane, Marko Zaror, Natalia Tena y el recientemente fallecido Lance Reddick. Todos y cada uno de los personajes tienen su momento y se destacan. La cuarta parte es la resurrección, luego que al final de la película anterior John fue ¿traicionado? por el dueño del Continental New York y rescatado por el dueño de las sombras de la gran ciudad… y el Baba Yaga se transforma en Fénix y va por todo. ¿Qué esperar? Innovación en el arte de la acción con diferentes elementos, armamento, situaciones, ambientes y climas. En el camino de venganza y redención se recorren países y estéticas diferentes que realzan las escenas de acción que ya de por sí son increíbles. ¿Tenes ganas de ver una secuencia de más de cinco minutos en el Arco del Triunfo con John manejando un auto sin puertas siendo atacado por más de 20 personas? Bueno… tome buen hombre. El carisma de Keanu es innegable, pero el acompañamiento… lo de Donnie Yen es maravilloso. Su personaje es complejo, carismático y humano. Es la contraparte perfecta del protagonista, y desarrolla la tragedia al máximo al ser amigos. Pero el que mueve los hilos es el recién ingresado Bill Skarsgård que le impone un halo de capricho de alta alcurnia a su control absoluto sobre las decisiones de la High Table y su búsqueda por volver al orden. Algunos elementos se sienten un poco de sobra: como el del Buscador Shamier Anderson que parece estar para solucionar los problemas cuando es necesario y de tener un perro para nunca olvidar lo importante de estos cuatropatas en el universo de asesinos. Sacarlo de la ecuación o haber traído nuevamente a Halle Berry hubiese sido lo mismo a nivel resultados. John Wick 4 consigue dos hitos: consolidarse aún más a pesar de tener un bagaje de películas detrás (similar a lo que sucedió con Rápidos y Furiosos en su momento) pero además conseguir la imposible alquimia de mantenerte casi tres horas al borde de la tensión constante con la historia de un hombre buscando su libertad a través de piña-patada-y-armas. Porque cada elemento está cuidado: la fotografía es barroca pero precisa, imita a los lugares que atraviesa pero le da una vuelta en colores que sorprende y la imprime tridimensionalidad al espacio; las escenas de pelea son espectaculares, manejando varias técnicas y armamentos pero sin cortar demasiado dejando ver el trabajo de los artistas… y algunos chistes físicos al estilo de Buster Keaton que redondean un producto de esos que no se ven tanto: un tanque con corazón y buen hacer audiovisual.
¡Shazam! La furia de los dioses: lo primero es la familia Un niño en un mundo de hombres Con la espada de Damocles del reseteo a nivel narrativo de la compañía de DC -luego de lo que será el Flashpoint de Andy Muschietti– en algunos meses, se estrena la segunda parte del(los) superhéroe(s) más conectado con la magia en la actualidad: ¡SHAZAM! ¿De qué va? Dotados con los poderes de los dioses, Billy Batson y sus hermanos adoptivos aún están aprendiendo cómo hacer malabarismos entre la vida adolescente y sus alter-egos como superhéroes adultos. Pero cuando las Hijas de Atlas, un trío de antiguas diosas vengativas, llegan a la Tierra en busca de la magia que les robaron hace mucho tiempo, Billy, también conocido como Shazam, y su familia se verán envueltos en una batalla por sus superpoderes, sus vidas y el destino de su mundo. El tandem Zachary Levi como protagonista y David F. Sandberg como director habían logrado crear una cinta divertida y fuera del sentimiento medio oscureli que daba vueltas alrededor del universo DC en la era Zack Snyder. La primera parte de Shazam tiñó la pantalla de una ingenuidad y sorpresa, con efectos visuales muy decentes y un villano a la altura (Mark Strong como el Doctor Sivana). Era un momento de mucho caos a nivel estudio, y fue tan buena la recepción entre tanto ruido que automáticamente habilitaron una segunda parte. Hoy las cosas no están diferentes: la llegada de James Gunn y el reinicio que va a tener todo este multiverso cinematográfico vuelve a interponerse en el análisis de la película. Se siente como nacida muerta: todo el tiempo (al ser un ejemplo bastante fresco de rotura de la cuarta pared y bromas al respecto del mismo universo) se hacen chistes con un mundo que a partir de Junio no existe más. Se habla del Superman de Henry Cavill, del Aquaman de Jason Momoa, la Wonder Woman de Gal Gadot… nada del Black Adam de Dwayne Johnson ni del Batman de Ben Affleck. “¿Y por qué no analizás la película en lugar de la coyuntura?” preguntarían con razón. El tema es que toda la narración deja de hablar de sí misma para posicionarse como parte de algo más grande (similar a la Fase 4 de Marvel), y eso mas grande ya se sabe al día de hoy terminado… Entonces, no funciona desde ese lugar. Incluso el Deus Ex Machina del final -totalmente descolgado- responde a la misma dinámica. Hablando de la película en sí: villanas random, hijas de uno de los Dioses que otorgaron el poder de Shazam deciden destruir la Tierra porque en algún momento el mundo de la magia quedó desterrado del nuestro. Shazam, mientras tanto, intenta crear una fuerza de choque con sus nuevos familiares boosteados pero al ser tan distintos todo es complicado. Ahora, a nivel historia nada es sorpresivo, impresionante o disruptivo. Las antagonistas son tres, e intentan crear un halo de misterio con una de ellas pero es tan burdo y mal ejecutado todo que la ves venir al instante y además: SPOILER Sos una diosa de más de 6000 años, conoces a un nene de 15 años e interactuás con él diez / quince minutos y ¿¿¿te enamorás como si no existiese un mañana??? FIN DEL SPOILER Las explicaciones DE TODO las da un lápiz mágico que parece nacido de las filas de Hogwarts, mientras que el protagonista se toma TODO en joda. Se entiende que estamos ante un adolescente de 17 años en el cuerpo de un adulto, que además consigue poderes y -con eso- una responsabilidad. Pero ¿por qué actúa como un nene de 7 años con déficit de atención? Billy Batson y Shazam parecen personajes totalmente diferentes, y eso queda bastante marcado con Darla la hermana más pequeña: ella sí justifica su costado más naive y lo mantiene en ambas formas (la de niña y la de adulta). El protagonista se pasea como bola sin manija todo el tiempo, sin preguntarse demasiado nada (salvo en “o todos juntos o nada”) y no siendo el conductor de la trama, solo un elemento reactivo. Esto quita bastante épica y emoción hacia el tercer acto. El tercer acto sin duda levanta la vara, no sólo a nivel de vfxs (que se ven muy trabajados) sino por una estética en los monstruos que hace recordar a Ray Harryhausen y funciona. Un product placement que da demasiado cringe y una situación que pone al protagonista solo frente a la villanía… dejando de lado todo lo que se buscaba comunicar desde el principio. Hay dos escenas post-créditos (una continuación de la escena post-créditos de la 1, y otra que da a entender quien es el jefe hoy) y un final tiradísimo de los pelos con cameo incluido. ¡Shazam! La furia de los Dioses termina siendo difusa en sus búsquedas: habla de un universo a punto de rebootearse, busca apuntar a un público infantil (que creo que va a encantarle) pero hacia el final busca por otro lado, y al ser pensada para mas peques, el guion cae en un trabajo que toma medio de tonto al espectador con chistes que no funcionan tanto porque se apuntan a los adultos cuando debería ser a los más chicos. Sin embargo, no pretende más que entretener y lo hace a fuerza de buenos efectos visuales y un muy bien trabajado tercer acto.
65: Al Borde de La Extinción – Aliens vs Dinos Apurando que se viene el meteorito… Con el recuerdo de Battlefield Earth -esa película que casi hunde a John Travolta– más presente que nunca, Adam Driver es un alienígena MUUUUUUUUUY parecido a los humanos que cae en un planeta habitado por lagartijas gigantes y que (además) está por enfrentar una extinción por un meteorito. Spoiler: sí, es la Tierra hace 65 millones de años. ¿De qué va? Tras una cataclísmica colisión en un planeta desconocido, el piloto Mills (Adam Driver) descubre enseguida que en realidad se encuentra varado en la Tierra… Pero sesenta y cinco millones de años atrás. Ahora, con sólo una oportunidad de ser rescatados, Mills y la única otra superviviente, Koa (Ariana Greenblatt), deben avanzar por un terreno ignoto repleto de peligrosas criaturas prehistóricas, entablando de este modo una lucha épica a fin de sobrevivir. Es importante realizar un disclaimer: Jurassic Park es la película que me terminó enamorando del arte de las fotografías en movimiento. Fue esa vez con 10 años que entendí la maravilla de dejarte llevar por una historia en una pantalla gigante, y desde allí CUALQUIER producto con dinosaurios tendría mi cariño inicial inclaudicable. Y 65: Al borde de la extinción es eso: una película de dinosaurios. A la postre estamos ante una mezcla de Battlefield Earth (esa que fue financiada por la cientología y terminó siendo un fracaso) con After Earth (esa del binomio Will Smith e hijo que terminó siendo un fracaso): es la historia de alienígenas ancestrales que se parecen muchísimos a los humanos, que viven en el futuro con herramientas muy parecidas a las nuestras actuales, y que deben sobrevivir en un mundo violento con muy pocos recursos. La película se puede separar en dos facetas: a nivel espectáculo circense es muy efectiva. Los vfxs de los dinosaurios están muy logrados, todo se desarrolla en el exterior y realmente se siente como si fuese algo parecido a nuestro planeta. La acción no se detiene un segundo, y los personajes no dejan de sufrir constantemente ser huéspedes en un espacio que los quiere afuera (o adentro del estómago de alguno de sus dueños). El otro es el sinsentido narrativo: el protagonista es un alien, una raza que vivió hace cientos de millones de años. Pero son evolutivamente IGUALES a los humanos, hablan en inglés, conciben el uso de herramientas como nosotros… ¿cuáles son las posibilidades viviendo en ambientes y tiempos tan diferentes? Ahora, si podemos saltar esa dificultad y entregarnos a la historia 65: Al borde de la extinción es de esos viajes adrenalínicos de fin de semana que hacen que nuestro globo ocular es estire a la pantalla cuando aparece. Las típicas películas que aparecen en Telefé después de los Simpsons, y que a pesar de que pase el tiempo siempre tiene un cúmulo de fans. Al nivel de 2012, El día después de mañana o Día de la Independencia… ¿son buenas o malas películas? No lo sabemos, pero no podemos dejar de verlas cuando aparecen. El link con After Earth no es gratuito, ya que Driver no es el único protagonista. Lo secunda Koa, una extraterrestre que no habla inglés, de tez más oscura y que por lo tanto no conoce de tecnología y confía en brebajes y demases (hay algo de personaje en este cúmulo de xenofobia y lugares comunes). Sin embargo, la relación entre ellos es lo que guía la historia y la convierte en efectiva: realmente nos preocupa lo que pueda pasarles a los personajes, algo escencial para conectar con lo que estamos viendo. El protagonista le miente a la pequeña para que vaya con él a la punta de una montaña a encontrar la única cápsula de escape disponible, el resto se destruyó con el choque de la nave… además de todas las personas fallecidas. En el medio, una situación que al principio se trata de manera sutil y luego cae en lo obvio sobre el personaje de Adam Driver… un elemento que mejor tratado desde el guion podría haberle sumado mucho a la historia. Una historia que como dije antes, no para un segundo. Como si se tratase de un videojuego los personajes caen en un espacio físico nuevo (selva, páramo, pantano, cueva, montaña) y se ven perseguidos por diferentes tipos de dinosaurios. Hay muchos jump scares, tiro y cosha golda hasta que por azar o suerte logran pasar de nivel… para volver a encontrarse con algo al instante. No pueden ni dormir ni relajarse a tomar líquido sin que los ataque desde una lagartija gigante, a un mosquito gigante o una oruga venenosa. 65: Al borde de la extinción no es una excelente película, insulta bastante la inteligencia del espectador y tiene lugares comunes yanquis bastante maleducados. Sin embargo, no busca ser más de lo que es: una película pochoclera, con grandes efectos visuales, y diseño de dinosaurios que escapan levemente de lo que propuso Steven Spielberg con Jurassic Park. Una historia sobre un padre que perdió todo queriendo salvar a una niña que se quedó sola en el mundo. Todo esto, mientras un meteorito gigante se acerca con prisa, y cada uno de los elementos del ambiente busca eliminarlos.
El último hereje Juan Conte es un divulgador del ateísmo de reconocimiento mundial. Luego de sufrir un infarto recibe un trasplante de corazón, y comenzará un cambio en su vida personal abriéndose a la posibilidad por primera vez de formar una pareja. Juan se verá envuelto en una espiral infernal de horror y dolor, en la que su visión de la realidad será puesta a prueba. El director Daniel de la Vega siempre estuvo asociado a la muerte: La muerte conoce tu nombre (2007), Necrofobia (2014), Ataúd Blanco (2016), Punto Muerto (2018)… y con su anterior película Al tercer día (2021) comenzó a indagar que podría haber más allá de ese mandato final. “El último hereje” parece un paso natural en esa búsqueda, combinando el horror, el fanatismo y la teología. La película está grabada en 48fps, lo que resalta el buen hacer a nivel fotografía con imágenes impactantes.
Creed III: largando las rueditas de la bicicleta Los caminos de la vida no son lo que yo esperaba… Parecía algo impensado: tener entre nosotros una tercera parte de un spin-off que buscaba seguir juntando los dólares que dejaba un ya avejentado Rocky Balboa. Y viene cargado de varias novedades: ni un ápice de presencia de Sly Stallone, y la dirección de su protagonista. Hoy nos toca hablar de Creed III. ¿De qué va? Después de dominar el mundo del boxeo, Adonis Creed ha progresado tanto en su carrera como en su vida familiar. Cuando Damian (Jonathan Majors), un amigo de la infancia y antiguo prodigio del boxeo, reaparece después de cumplir una larga condena en prisión, Adonis Creed quiere demostrar que merece una oportunidad en el ring. El enfrentamiento entre estos antiguos amigos es algo más que una simple pelea. Para ajustar cuentas, Adonis debe arriesgar su futuro para enfrentarse a Damian, un boxeador que no tiene nada que perder. Hay algo en la figura del héroe imposible que ante una situación de vulnerabilidad logra sobreponerse y dar un paso al frente, los yanquis -a los que les gusta ponerle nombre cool a todo- lo llaman el underdog. Y uno de los que primero vienen a la mente es el Italian Stallion Rocky Balboa, un personaje que tiene mucho de su protagonista (no olvidemos que el guion de la primera lo escribió Stallone y ganó un Oscar), mucho de la historia de protagonistas del deporte (como el caso de Chuck Wepner), pero sobre todas las cosas: de lo que generó el público con el personaje que llevaron a más de SEIS secuelas. Pero llegó Creed en 2015 -seis años despues del estreno de Rocky Balboa– para intentar seguir coleccionando millones de dólares, apalancándose en la figura del héroe original (un Sly mega querible) e intentando forjar a una nueva generación en la piel de Adonis Creed, hijo del gran Apollo. Esto se llevó al paroxismo en Creed II (2018) que termina siendo una suerte de secuela directa de Rocky IV (por quien suscribe: la mejor de todas) y que enfrenta al nuevo héroe con el hijo de Iván Drago. Pero todo tiene un final, y todo termina… y para la tercera parte Stallone no está. Y llegamos hasta este punto sin hablar de Michael B. Jordan, protagonista y en este caso director… porque acá es cuando comienzan los golpes. Dirigir y actuar no es una tarea sencilla, Stallone la llevo adelante en muchísimas de las secuelas, pero siempre demostrando que el amor que tenía por su historia lo llevaba a conocer al dedillo cómo se puede contar. Jordan se metió en una complicada: no sólo en soltarle las rueditas a la bici, sino en hacerlo sin un Sly que te vaya llevando y te suelte cuando ya tenés envión. Con muchas reminiscencias al anime (del que se declara fanático), el director sumó niveles de dificultad al grabar cosas con cámaras de IMAX. O sea: primera vez como director, siendo también protagonista, sin mentor y con tecnología complicada… hay que subirse al ring así. Pero todos y todas sabemos que un héroe está definido por sobre todas las cosas por su antagonista, y en este caso es uno de los puntos álgidos de la película: el Damian Anderson (Dame para los amigos) de Jonathan Majors. El actor nos tiene acostumbrados y acostumbradas a encontrar tridimensionalidad a través de la mirada, los silencios y su postura corporal; encontrar entonces un personaje oscuro que venga del mundo pugilístico es casi un regalo divino… y lo sabe aprovechar. El contrincante es sin duda lo mejor de la película: nos hace odiarlo y amarlo, y nos demuestra cuan grises pueden ser las situaciones cuando se trata de insertar a personas que estuvieron dentro de una cárcel. Las costumbras, las malas amistades, la inserción laboral… aunque todo esté puesto en dosis pequeñas, está ahí en la mirada y los momentos de Major. El mundo familiar del protagonista es dejado en segundo plano, aunque cuando aparecen su esposa e hija todo se vuelve mucho más humano y “real”. Y volvemos al meollo de la cuestión: es posible que a Jordan la tarea le haya quedado muy grande. Con un primer acto muy bien llevado todo hace augurar cosas buenas, pero luego de la presentación de Dame todo se viene abajo con lugares comunes y una repetición de fórmulas sin mucha vida. El director parece haber estudiado la estructura tan conocida de las últimas seis Rocky e intentó imitarlas, sin la experiencia o la pasión de su antecesor. Eso se traduce en una suerte de ánima incorpórea que tira golpes al aire. Es imperdonable que estemos ante la secuencia de montaje de entrenamiento más pobre de la franquicia, y que el tema de fondo del abuso no se haya llevado a donde todos imaginamos que fue. Sin embargo, con buenas escenas de golpes y una historia que nos gusta que nos la cuenten una y otra vez hasta el hartazgo, Creed III es de esas películas que si las enganchas un finde en el televisor, te la quedás mirando hasta el final.
Avatar – El camino del agua: Pitufos con snorkel El abismo de la forma del agua El tiempo todo lo destruye… el mismo fenómeno se da con el agua. 13 años después volvemos a encontrarnos con los Pitufos sobre hormonados que surgieron de la mente de quien realizó varias de las mejores películas de la historia. ¿Sigue intacta la magia? Vamos a sumergirnos en Avatar: El camino del agua. ¿De qué va? Jake y Neytiri han formado una familia y se dedican a la crianza de sus hijos hasta que, para proteger a su familia, se ven obligados a dejar su hogar. Los Sully viajan a través de los vastos confines de Pandora y llegan al territorio del clan Metkayina, que vive en armonía con los océanos que los rodean. Allí, los Sully deben aprender a navegar tanto en el peligroso mundo del agua como en la incomodidad de ganarse la aceptación de su nueva comunidad. James Cameron revolucionó el cine y la cultura pop en 2009 con la que fue la película más recaudadora de la historia hasta que llegaron los superhéroes. Pasaron 84 años, pero llegó su secuela que nos lleva de Pandora a un nuevo elemento: el agua. Expectativas. Esa parece ser la palabra clave en este caso. Cómo sucedió hace exactamente un año con Spiderman: No Way Home, estamos ante el evento cinematográfico del año; incluso por sus implicancias podríamos decir de los últimos diez años. Eso nos posiciona desde otro lugar como espectadores. Nos pasó lo mismo cuando fuimos a ver la segunda de Matrix, o Avengers: Endgame, una vez que una película rompe el paradigma establecido su continuación reviste una responsabilidad inherente a ella misma al estar navegando en las intrincadas mareas de la cultura popular. Y eso pocas veces da resultados positivos. La continuación de Avatar es visualmente magnífica. Un espectáculo en sí mismo, más si tienen la posibilidad de verla en IMAX; no encontré más de 3 efectos que por la complejidad parecían más cercano a gráficos de PS5… ¿el resto? Una maravilla técnica incomparable. ¿Pero eso es lo que importa? En tiempos de desafíos técnicos constantes, donde todo parece posible en términos de vfxs, las diferencias radican en lo que se cuenta y como el público empatiza con los personajes. Esta continuación nace con el diagnóstico de nuevas secuelas ya realizadas, haciéndola en su ADN más cercana al multiverso superheroico que a su primera parte. No estamos contando una historia, sino un capítulo en algo más grande. Y eso hace perder el foco de lo que se narra. Avatar: El camino del agua arranca varios años después de la primera, con reencarnaciones, gente que vuelve de la muerte y una nueva familia a la que conocer. Todo esto, se condensa en una voz en off e imágenes que recuerdan al inicio de T2: Judgement Day, luego de eso los personajes principales arrancan en otro lugar. Y cómo Dorothy, ya no estamos en Kansas. Pero nos gustaba Kansas, y queríamos conocer más. Bueno, todo lo que conocías ya no existe. Ni siquiera las características de sus protagonistas. Mientras Neytiri (Zoe Saldaña) mantiene su personalidad, la paternidad de Jake (Sam Worthington) le juega una mala pasada reconvirtiendo al personaje y haciéndolo navegar en la incertidumbre hasta el último plano de la película. La nueva generación lleva y trae la acción (encarnados en personajes arquetípicos sacados de las Tortugas Ninjas) pero nunca terminan de asentarse. Incluso, es todo medio predecible llevando a imaginar el futuro de cada uno de ellos y adivinándolo. Las preocupaciones de Cameron siguen intactas: el océano y el agua como lugar de misterio y amor (Abbys), la secuencia larguísima de acción en un barco en destrucción hundiéndose (Titanic), el destino en las nuevas generaciones (la ya nombrada T2) más su preocupación por el ecocidio y la agenda progre de Disney. En algunos casos, este punto que debería ser de vital importancia, se vuelve tan obvio y acentuado que hasta da mersa. Avatar: El camino del agua es un show, un espectáculo, un evento cinematográfico que forma parte de una Hidra que va agregando narrativas (ahora parece que va a haber un comic sobre lo que sucede entre la primera y la segunda parte) y que pone a James Cameron en la responsabilidad de contar historias o querer seguir siendo el director más taquillero de la historia. Esperemos que una ola de soberbia no arrastre todos sus logros alcanzados.
Legiones Un chamán está encerrado contra su voluntad en un manicomio. Después de una revelación, se entera que su hija está siendo amenazada por un demonio. Para salvarla, debe escapar del lugar y lograr que ella vuelva a creer en los poderes de su padre. Fabian Forte, con sendos largometrajes en su haber como director y asistente de dirección, esta vez apunta al horror chamánico y de demonios. La lucha del bien y del mal, se encuentra con ese miedo a perder la propia historia generacional. Con bellos paisajes selváticos y un universo de encierro azulado en un manicomio -con personajes muy queribles-, Legiones demuestra una vez más que el cine de terror argentino está en un gran nivel.