Luego de estar doce años en el freezer después de la arrolladora Titanic (1997), James Cameron ha regresado y en gran forma. Ciertamente el paso de semejante lapso de tiempo hacía pensar de que "el Rey del Mundo" había entrado en cierta etapa de parálisis creativa - se había limitado a producir documentales y experimentar con cámaras digitales -. Las buenas nuevas es que, a diferencia de otros directores semirretirados - como Richard Donner, que hizo un regreso sin gloria -, Cameron ha mantenido los músculos creativos intactos. El único detalle es que, mientras que Avatar es visualmente impresionante y está filmada como los dioses, por otro lado no termina de contar nada completamente original.
Como Cameron suele abrevar (por no decir copiarse) de otras fuentes - en general, de la sci fi literaria -, aquí parece haberse inspirado parcialmente en el cuento Call Me Joe de Poul Anderson y que data de 1957. Allí había un astronauta en silla de ruedas que controla a una forma de vida artificial (el Joe del título) y que puede sobrevivir en la hostil atmósfera de Jupiter. Como su nave aparece cada mañana seriamente dañada (y no puede regresar a la estación orbital), le envían un ingeniero, quien termina por descubrir que la mente del astronauta está migrando hacia la de Joe y éste se está convirtiendo en un ente independiente cada vez más independiente - el que, inconscientemente, provoca las fallas diarias al cohete para evitar el retorno -. El cuento termina con la fusión total de sus mentes, y el surgimiento de Joe como una nueva forma de vida.
Pero Cameron no se contenta con eso, y empieza a tirar dos millones de ideas e influencias en la licuadora, que van desde la más obvia como Danza con Lobos hasta El Ultimo Samurai, Identidad Sustituta y una pizca de Apocalipsis Now. La escena en que el avatar de Jake Sully es cubierto con semillas vivientes del árbol sagrado es casi un calco de Kevin Costner rozando la punta de los trigales en Dance With Wolves. Las semejanzas con el filme de Costner no terminan allí; sustituyan a los Na´vi por Sioux (u otra tribu india norteamericana), y verán que el 90% de la trama de Avatar corre por los mismos carriles. El forastero que descubre nueva sensaciones con una cultura aborigen a la que termina por abrazar; el cumplimiento de los rituales tribales para ganarse el respeto; el renegamiento de sus orígenes y su paso a la rebeldía frente a sus pares... súmele a esto alguna profecía tribal sobre un líder guerrero, y verán que Avatar es eminentemente predecible.
Lo cual no significa en absoluto que sea mala. En compensación por la falta de originalidad, Cameron se ha despachado con una parafernalia visual abrumadora, que debe ser la más shockeante que uno haya visto en pantalla desde El Señor de los Anillos: El Regreso del Rey. Aquí el director se manda con una cámara prototipo que él ha inventado, y le suma el hecho de estar filmada en 3D. El 70% del filme son CGI impecables de altísima definición. Pero a su vez, tiene el excelente tino de ralentizar la acción cuando corresponde, a efectos de que el espectador no se abrume con los FX y puede seguir a los personajes en medio del caos visual. El tipo es un maestro en rodar acción - todos los filmes de James Cameron, desde El Abismo hasta la fecha, son producciones extremadamente complejas de planificar y rodar, con presupuestos altísimos y abrumadora cantidad de FX - y eso queda demostrado aquí una vez más.
Estéticamente Avatar parece una versión hiperpotenciada del videojuego Halo. Hay montañas flotantes, criaturas fabulosas de colores fosforescentes - que al principio resultan chocantes, ya que se ven muy plásticas; pero después demuestran una enorme expresividad y uno termina por olvidarse de su apariencia - y un mundo poblado de vegetación gigante que parece el sueño alucinógeno de cualquier diseñador gráfico. Por otro lado, la historia apunta a explotar esa imaginería visual en pos de un mensaje ecológico. La compenetración de los Na´vi con el entorno es directamente física gracias a un apéndice nervioso que poseen en su cabello - y que les permite conectarse mentalmente con plantas y animales -. Por contra, los humanos son la civilización corruptora e industrialista; a ellos sólo le interesa obtener el dichoso metal unobtainium sin importar las vidas y planetas que deban aplastar.
Los diálogos son realmente buenos. El carácter de Jake Sully es muy desacartonado, lo cual es de agradecer. Lamentablemente el resto de los Na´vi cumplen con todos los clichés de los papeles de los indios del género western, con lo cual no tienen demasiada personalidad propia. Por el otro lado, los papeles secundarios humanos son muy buenos, y el gran ladrón de escenas es el rol del coronel Quaritch - interpretado por Stephen Lang, a quien sólo lo tengo del papel del fiscal corrupto de la serie Historia del Crimen -. Lang se devora la pantalla cada vez que hace acto de presencia, y parece sintonizar a Robert Duvall en Apocalipsis Now - otro de esos militares que mama la guerra como única forma de vida -, lo que termina por proveer un villano realmente sólido a la historia.
Avatar es un muy buen filme, pero no uno excelente. La tonelada de millones de dolares que se gastó Cameron en la producción - unos 300, sumados a 200 de la promoción y que la convierten en el filme más caro de la historia (este tipo vive batiendo sus propios records) - transpiran en cada fotograma. La historia es muy buena, la acción es notable, y los personajes son interesantes. El problema es que a los 10 minutos de comenzado el filme, el espectador puede anticipar todo el derrotero de la trama - y eso le quita algo de la efectividad emocional que uno debería sentir por el choque entre los débiles nativos y los invasores hiperarmados -. Hay algunas sorpresas pero son muy menores. Si no fuera por esa predecibilidad, Avatar podría haber sido todo un clásico.