Avatar: un éxito mundial (con buenos deseos)
Si ya han dicho los productores de Hollywood que en tiempos de crisis e incertidumbre -como es el actual, a causa principalmente de la crisis económica internacional iniciada en 2008- el público se vuelca masivamente a las salas de cine; la inclusión de la nueva tecnología 3D permite que, a la vanguardia de otras industrias culturales (como la de música o la editorial), ésta tome la delantera: Avatar ha logrado batir todos los récords de audiencia en el mundo, y ya se anuncian decenas de nuevas producciones, como Alicia en el país de las maravillas del genial Tim Burton. La tecnología 3D unida a los efectos especiales ha comenzado a “recuperar” la industria cinematográfica.
Y el film de James Cameron, que produjo en el pasado otros éxitos como Terminator y Titanic, fue el primer producto. Allí se cuenta la historia de Jake Sully, ex soldado que se suma al proyecto de conquista de los recursos de Pandora, un planeta donde los seres viven en completa armonía con la naturaleza. Jake convive entre algunos pocos científicos, un empresario ansioso de hacerse de materia prima (el unobtainium) y tropas militares mercenarias: para ello han credo cuerpos iguales a los de Pandora, que controlan mentalmente para introducirse allí. Y como en otras películas (Danza con lobos) Jake cambiará de bando, defendiendo al pueblo de Pandora, luchando con ellos -tras enamorarse de la nativa Neytiri y “comprender” el equilibrio natural del planeta-.
Ahora bien, haciendo un paréntesis en cuando a tecnología y efectos (que son realmente impactantes), tenemos que decir que la historia no va mucho más allá.
Por otra parte, Avatar ha recibido críticas “por derecha”1. Veamos algunas.
Una industria que recrimina a otra
Dentro de los mismos EEUU se ha criticado que la película denuncia a los militares: “Esta es la única vez en la que me he sentado en un cine donde la gente vitoreaba los bosques y la gente azul (de Pandora) y atacaba a los ex marines”, dijo Tom Roesser, activista conservador. Y agregó: “esa es la visión que Hollywood tiene de nosotros. Que nosotros somos explotadores. Que somos agresores preventivos”2. Justamente, hay en el film una recriminación (de un sector) de la industria del cine al complejo militar-industrial. Cameron ha hecho una “denuncia” que deja muy mal parados a los militares que actualmente, en la vida real, están en Irak y Afganistán –además de decenas de misiones y ocupaciones en otros países, como Haití-.
Y la archirreaccionaria “industria espiritual de Dios” también se pronunció, al ser Avatar un éxito de concurrencia masiva: L’Osservatore Romano, órgano oficial del Vaticano, dijo que es “una superficial parábola antiimperialista, antimilitarista”. Y Radio Vaticano la calificó de hacer “un guiño a las seudodoctrinas que han hecho de la ecología la religión del momento”. Como siempre, cualquier actividad que no sea la “mansa ida del rebaño” al “templo de Dios” merece ser criticada.
La rebelión no debe ser “promovida”
Este es el pensamiento de la casta burocrática de China, que ha prohibido a poco de su estreno Avatar ya que “podría incitar a la revolución y a la violencia”. Claro: hay escenas donde el pueblo de Pandora, ante la invasión de los “hombres del cielo”, decide unificarse y combatirlos. Este “mal ejemplo” es el que la podrida burocracia china –que viene hace décadas abriendo su economía al capitalismo internacional y lanzadondo brutales represiones a campesinos y obreros- no quiere siquiera que sea visto en una ficción3.
Film-símbolo de la encrucijada de EEUU
Avatar es un film “para grandes y chicos”, con escenas intensas (desde la historia de amor entre dos seres de diferentes planetas hasta luchas despiadadas –que incluyen “combates” contra las fuerzas de la naturaleza, cuando Jake es entrenado para ser un na’vi, y las feroces batallas contra la ocupación militar-) que atrapan al espectador durante 3 horas sin pestañear –una buena muestra del “logro 3D”-. Pero no pasa de ahí. Cameron ha querido hacer una especie de “autoexamen de conciencia”; una “crítica” al deseo imperialista norteamericano de ocupar otro país para hacerse de sus recursos4. La lucha del pueblo de Pandora es una especie de recordatorio del fracaso militar y político en Vietnam (donde la tecnología militar perdió ante la resistencia nacional: una abrumadora mayoría de decididos combatientes); podría decirse que, pasando por la (traumática) experiencia de Asia en los ’70, Avatar intenta señalar los límites (y/o el fracaso) del poderío militar yanqui, tal como le ocurre hoy en Medio Oriente. Tal vez sea este el rasgo más o menos explícito que tiene la película, desde el punto de vista político.
Pero además los personajes no tienen mayor profundidad psicológica (Jake es un tipo medio tonto que juega al inicio para “los malos” y luego se pasa a “los buenos”; el na’vi prometido de Neytiri es alguien que reacciona con celos y violencia elementales contra Jake, mientras que nuestro héroe actúa con calma y honor, teniendo éxito en su “objetivo amoroso” y luchas), y el relato de conjunto está pre-direccionado: un camino recto hacia el happy end, sin muchas opciones para el espectador. En síntesis, Avatar es una suerte de utopía feliz, donde –pese al primitivismo del simpático pueblo de Pandora- se podría vivir en armonía con la naturaleza... en un planeta “imposible” (que no es el nuestro). Es, más que una película “con programa”, un film-símbolo.