¡Hay que ver Avatar!
La semana que viene prometo completar mi lista de mejores y peores películas de 2009, pero ahora es necesario hablar de Avatar, una película que en muchas partes del mundo se estrenó en diciembre de 2009 pero que para nosotros ya pertenece a 2010 porque se estrenará este 1 de enero. La nueva película de James Cameron (a 12 años de Titanic) es un acontecimiento gigantesco en muchos sentidos. Estas son algunas primeras impresiones.
1. Con planos de impresionante profundidad de campo, Cameron pone a las imágenes 3D en un nuevo nivel. No hay en Avatar esos juegos con “cosas que salen volando hacia el espectador” sino un uso del 3D como inmersión. En Avatar realmente estamos en el mundo de la película, al que sentimos presente y táctil al punto de que si alguien se mueve en las butacas de adelante puede llegar a parecernos un simulacro.
2. Ese mundo al que nos transporta Cameron es un mundo lejano en el futuro y lejano en el espacio. Y es también un mundo que nos mantiene asombrados durante todo el relato. El bosque y los habitantes de esa luna de un planeta lejano nos impactan de tal manera que sus ecos nos acompañan largo rato después de ver la película. La refulgente naturaleza en majestuosas formas animales minerales y vegetales, los colores, la interconexión: Avatar desarrolla un mundo consistente, un mundo nuevo, extraordinario.
3. Pero Cameron no es solamente un gran creador de mundos nuevos a partir de los usos más nuevos e inteligentes de las más nuevas y mejores tecnologías disponibles. Como lo demostró en Titanic, es un gran narrador, y las casi tres horas de Avatar cuentan una historia compleja que jamás se hace confusa, y desarrolla acciones de enorme atractivo. Cameron sabe filmar el movimiento como muy pocos otros directores actuales (tal vez pueda mencionarse a Mel Gibson en Apocalipto): los personajes saltan, corren, “vuelan” y viajan de diversas formas en un espacio puesto en escena con claridad y sentido narrativo.
4. Y además de plantear un mundo nuevo y de ofrecer una narración apasionante en la tradición del mejor cine de aventuras, Avatar es un ataque furibundo a la política (o mejor dicho la política económica corporativa) exterior de los Estados Unidos. Hasta podría decirse que Avatar puede interpretarse como un alegato contra la minería a cielo abierto. Y hay mucho más para derivar de la película: como el mejor cine clásico, en Avatar hay, tras las acciones filmadas con extraordinario talento, niveles simbólicos de extraordinaria riqueza.
5. Cameron, que dijo que era el rey del mundo cuando ganó todo con Titanic, tiene otra vez con qué respaldar su megalomanía.