Las películas de James Cameron parecen todas sueños irrealizables. Con “Terminator” y su secuela probó que podía mezclar el thriller, la ciencia ficción y el romance y transformar alternativamente a Arnold Schwarzenegger en héroe y villano. En “Aliens”, descubría el costado maternal de la dura teniente Ripley. En “Titanic”, finalmente, logró otro registro en base a la tragedia del célebre transatlántico: un culebrón sublime. Cameron siempre ha contado con presupuestos generosos, pero más allá de los efectos especiales, lo que las convierte en sucesos es la pasión que les imprime. Y “Avatar” no es la excepción. ¿De qué se ocupa? Quizá de lo mucho que nos hemos equivocado hasta ahora los humanos, y de la necesidad de barajar y dar de nuevo. La acción se sitúa en el año 2152. En la Tierra ya casi no quedan espacios verdes. Jack Sully, ex infante de marina, herido en combate, ha quedado parapléjico. De pronto, es seleccionado para participar en el Programa Avatar, que puede lograr el milagro de que vuelva a caminar. A cambio, deberá cumplir una riesgosa misión. Será trasladado a Pandora, la luna de un planeta recién descubierto, donde se encuentran todos los recursos que les están faltando a los humanos para sobrevivir. Habrá que enfrentar y derrotar a los Na vi, infiltrándose entre ellos de una manera nada frecuente. Jack y sus soldados trasladarán sus cerebros a unos Na vi creados genéticamente para así penetrar las líneas enemigas. No cuentan con que Jack acabe enamorándose de una hembra Na vi, Neytiri, detalle que cambiará sus planes. Visualmente asombroso.