Una vez más, el canadiense David Cronenberg redobla la apuesta y procura sorprendernos con esta historia enrarecida, ubicada en Nueva York apenas arranca el nuevo milenio. Eric Packer, joven millonario que se considera un mago en el agitado mundo de las finanzas, decide atravesar la ciudad en su limusina para hacerse un buen corte de pelo, justo el día en que el presidente de la nación visita la ciudad. Todo tiende a colapsar y el viaje se convierte en un itinerario de pesadilla. No habrá garantías para nadie, ni siquiera para este magnate ambicioso a punto de ir a la bancarrota por una arriesgada operación en la que arrastrará al grupo de inversores bursátiles. Cronenberg abandona el realismo de “Una historia violenta” y el tono del film está más cerca de “Crash”, con una mirada apocalíptica que involucra a todos. Robert Patinson se debate en un mundo que creía manejar y es una trampa sin salida.
Al cumplir los 80, Clint Eastwood aseguró que abandonaba su carrera de actor para dedicarse solo a la dirección. Por lo visto, ha hecho una excepción en este caso, por tratarse de la opera prima de Robert Lorenz, uno de sus asistentes desde “Los Puentes de Madison”. Aquí se mete con comodidad en la piel de Gus, un veterano cazatalentos de béisbol que no se guía por criterios ortodoxos a la hora de descubrir jugadores de raza. Le basta con su olfato de viejo zorro en el campo de juego para detectar a los más aptos para calzarse la camiseta de los Atlanta Braves. Como el personaje está perdiendo la vista, necesitará de la ayuda de su hija Mickey para pescar a los mejores. A Eastwood el papel le viene servido y la película brilla y conmueve cuando entran a jugar las emociones. Entre los roles secundarios, se destaca John Goodman, siempre a punto como fiel amigo de Gus. Auspicioso comienzo para Lorenz. Cine del sentimiento y la nobleza.
Su estreno pasó casi inadvertido en salas locales y no lo merecía. Habla de despertares sexuales y sentimentales y lo hace sin apelar a los clichés tradicionales. Va más allá de la mera historia dulzona sobre adolescentes desconcertados. Se habla de la identidad sexual, el amor, las drogas y las amistades duraderas, pero nada suena a lugar común. Se basa en la novela “The Perks of Being Wallflower”, publicada por Stephen Chobsky en 1999, que narra con tono autobiográfico el conflictivo paso del autor por el colegio secundario. Charlie se enamora de Sam mientras su hermanastro Patrick va a operar como un faro, iluminándole aspectos de la vida que desconoce. Patrick es gay y su franqueza para encarar esta y otras cuestiones delicadas, le servirán a Charlie como revelación en esa etapa que es puro descubrimiento. Mirada lúcida y conmovedora, sobre una edad difícil en la que se suele sufrir bastante.
Tim Burton, en tren de imaginar, se las ingenia para mezclar el espíritu de los cuentos infantiles con esas zonas sombrías que están siempre al acecho. Acá encara la historia de un niño y su mascota, pero no se trata de un chico cualquiera ni de un perrito como tantos. Hablamos de una pérdida, una recuperación y la mirada implacable de los otros. A Víctor se le muere su amado Sparky cuando menos lo espera, y utilizará el poder de la ciencia para traerlo de nuevo a la vida. Cualquiera se da cuenta de que Burton ha hecho su relectura de “Frankenstein”, el clásico de Mary Shelley, llevado a la pantalla de manera excesiva. Sparky revive con algunos ajustes y Víctor procura esconder el fruto de esta experiencia para no provocar escándalo. Cuando el nuevo Sparky sale a la calle, los compañeros de Víctor, su maestro y el pueblo entero se enfrentarán a eso tan diferente que no podrán aceptar. El humor, el horror y la creatividad van de la mano.
James Bond acaba de cumplir sus Bodas de Oro con la pantalla grande. Nadie imaginaba en 1962, cuando el desconocido Sean Connery se calzó por primera vez las ropas del agente 007 en “El satánico Dr. No”, que la creación de Ian Fleming sumaría unas 23 películas y unos cuantos rostros para Bond (los de Connery y Roger Moore siguen siendo los más recordables). Era un producto británico que amaban los americanos. Se pensó que como se trataba de un personaje típico de la Guerra Fría, sus días estaban contados. Error. Daniel Craig vuelve a encarnarlo por tercera vez, combinando intensidad con elegancia. Bond debe lidiar ahora con un ex empleado del M16 (J. Bardem), un terrorista cibernético capaz de atentar contra el comando en jefe y mucho más, si lo dejan. Herido tras una persecución, el agente de Su Majestad no está en las mejores condiciones para enfrentarlo. Dirigió Sam Mendes, sin desentonar.
En esta filmografía itinerante que lleva a cabo Woody Allen, ahora le toca el turno a Roma (antes fueron Londres, Barcelona y París). Hace mucho que abandonó su amada Manhattan, pero la neurosis sigue en pie, tanto como la necesidad de amar y ser amado. A eso habrá que agregarle el choque de culturas. Aquí asoman cuatro historias para recordar. Un matrimonio de maduros estadounidenses, que viaja a Italia a conocer al prometido de su hija. Un italiano de tantos, hombre común, verá cómo le cambia la vida de la noche a la mañana. Un arquitecto americano, en viaje con amigos por la península, conoce a alguien que le recuerda un amor de juventud. Una recién casada, viaja a Roma a conocer a los familiares de su marido. Nadie saldrá como entró de la Ciudad Eterna. Sin alcanzar los momentos brillantes de “Medianoche en París”, el cine de Allen, a pesar de algunas reiteraciones, nunca defrauda.
No todos los fenómenos paranormales son auténticos. Dos científicos acuden a una casa donde se han producido estas alteraciones de la realidad. Los especialistas parecen muy dispuestos a demostrar que en este tipo de experiencias abundan las supercherías, el fraude y las manipulaciones. El asunto se complica con el regreso de un famoso clarividente ciego (R. De Niro). Por algún motivo, la doctora que encarna Sigourney Weaver no quiere seguir adelante con las investigaciones. El protagonista es Cillian Murphy, pero por ahí anda Leonardo Sbaraglia como una rara mezcla de mago, vidente y farsante. La presencia de De Niro le pone color e inquietud a la trama, una mezcla de thriller y melodrama con extrañas e impensables derivaciones. Dentro del género, una pieza desconcertante. Dirigió el español Rodrigo Cortés (“Enterrado”).
Cuatro amigos han compartido desde la infancia su adicción al rock y a los discos de vinilo. Adolescencia y juventud a fondo. Comparten códigos y hasta desventuras románticas. Están en la etapa de animarse a superar fracasos sentimentales y atreverse a intentar nuevas relaciones. Gastón Pauls, Fernán Mirás, Rafael Spregelburd e Ignacio Toselli, intentan llevar las de ganar con Emilia Attías, Inés Efrón, Maricel Alvarez, Carolina Peleritti y Akemi Nakamura. Ópera prima de Gabriel Nesci (quien tuvo a su cargo “Todos contra Juan” en televisión), navega entre la comicidad, el romanticismo y la nostalgia. El tono es agridulce y asoma por ahí Leonardo Sbaraglia. Entre los Extras: comentarios del director, escenas eliminadas, trailer, making off y la canción “Desde que no estás conmigo”. Propuesta tierna y agridulce, con elenco de gran solvencia. Una mirada a los `80, aceptando con una sonrisa el implacable paso del tiempo.
Robert Pattinson saltó a la fama por su composición de un vampiro de corazón tierno en la saga “Crepúsculo”. Esa mezcla de ángel y demonio rindió sus frutos y acá lo vemos como Georges Boroy, un joven ambicioso que arriba a París desde Argelia, donde tuvo tarea activa en el ejército por dos años. Apuesto, seductor, Georges conoce sus encantos y los usará para ascender vertiginosamente en la escala social. El film pretende ser una actualización en versión muy libre de un clásico de Guy de Maupassant. Los personajes femeninos constituyen piezas claves para el irresistible ascenso de Boroy en los niveles de poder de la clase alta francesa. Se destaca la estupenda Kristin Scott-Thomas, verdadero prodigio de sutileza y encanto. A Pattinson le falta todavía recorrido para convertirse en un actor de peso.
Luego de encarar algunos títulos notables como “Ciudad de Dios” y “El jardinero fiel”, Fernando Meirelles encara una actualización del clásico “La ronda”, sumando una serie de encuentros fugaces e intensos en Viena, París, Londres, Bratislava, Río de Janeiro, Denver y Phoenix. Así, de manera casual y arbitraria, una joven que coquetea con la prostitución, un ejecutivo, un galerista, un padre con una hija desaparecida, dos rusos con pronóstico oscuro, un ex convicto y alguno más que se suma a este itinerario, donde desfilan nacionalidades, idiomas y soledades. Entre tanta urgencia y vértigo, entre aeropuertos, rutas y estaciones terminales, palpita la necesidad de borrar todo y empezar de nuevo. Algunos van a intentarlo. La narración es errática y si el espectador se distrae, corre el riesgo de perder el hilo y no entender nada. A Anthony Hopkins le bastan unos pocos minutos para revalidar su estatura de actor enorme.