El regreso de un gigante
Doce años tuvieron que pasar hasta que el autocoronado (justificadamente) “rey del mundo” del cine volviese a hacer de las suyas, para demostrar no sólo que el rey no ha muerto, sino que difícilmente será olvidado.
Después del mega éxito de Titanic, ¿qué más podía ofrecerle James Cameron al noveno arte? Ya había marcado un antes y un después en materia de efectos especiales, producción artística y marketing multitarget, al tiempo que, sin descuidar el guión (por más que sencillo), había conseguido emocionar a todo tipo de espectadores por distintos motivos, y todo eso concentrado en una sola película.
Si el realizador de joyas como Terminator, su primera secuela, y El Abismo quería volver detrás de cámaras, le esperaba un enorme desafío: satisfacer la enorme expectativa naturalmente generada. Y lo logró. O al menos, puede a lo sumo decirse que estuvo muy, muy cerca.
Quienes conozcan la historia de Pocahontas sabrán ya cómo comienza y concluye el film de Cameron: un conquistador en apariencia ignorante (aquí, un ex marine lisiado) será enviado con una misión belicista al nuevo mundo (el planeta Pandora), para enamorarse de una nativa y cambiarse de bando a tiempo y evitar el caos, fruto de la codicia humana.
Hasta aquí, una fábula de película, con algún que otro tinte ecologista que por momentos hace pensar que Al Gore ofició de segundo guionista en la cinta. Pero hay mucho más que simplemente eso.
Avatar no será un clásico del cine, pero sí un hito. Y es que es, salvando las distancias, el equivalente casi exacto a Titanic en esta prácticamente conclusa época. Las similitudes encontradas no son caprichosas: hay una majestuosidad visual nunca antes vista, hay una historia muy sencilla (se ha dicho jocosamente que el film es "Danza con Lobos Extraterrestres”), hay una prolongación importante del film para nada innecesaria (casi tres horas de duración que no se sienten como tales) y hay, también, moraleja simplona pero efectiva, personajes básicos pero reales, y un sinfín de momentos de pura poesía visual, desconocidos, hasta ahora, por el ojo común humano.
Faltaría un galán de la talla de Leo di Caprio, claro, pero en su reemplazo podríamos argumentar que allí está el gimmick 3D para llenar el vacío - y más butacas-.
La necesidad ridícula de parte de la prensa, trabajando codo a codo con el marketing oficial de 20th Century Fox, de afirmar que “Avatar es una revolución para el Séptimo Arte”, se torna un tanto absurda al analizar el film y encontrarle sus falencias (que, como toda gran obra de arte), pero es justo reconocer no solo que no estamos ante cualquier película, sino ante una que, si bien no logra estar a la altura de todas sus pretensiones, aporta tanto a la historia del cine como lo hizo en su momento aquel transatlántico irrompible que no pudo evitar hundirse. No es poco, sobre todo cuando pocas megaproducciones de Hollywood hoy logran mantenerse a flote.
Bonus Track
- Cuesta creer que absolutamente nada del Planeta Pandora existe en la realidad y que todo se trata de un cuidado CGI (Computer Generated Images).
-Sí, vale la pena verla en 3D y se nota que así Avatar estuvo pensada.
- Para el momento en que se redactó este artículo, Avatar ya se ubicaba como la cuarta película más taquillera de la historia alrededor del mundo, y se estima que en menos de una semana estará apenas detrás de Titanic (también de James Cameron), film que también puede ser destronado de acuerdo a los analistas de Hollywood.