Cicatrices
Alemania año cero: Nelly emerge desfigurada de las cenizas de Auschwitz como única sobreviviente de su familia. Christian Petzold deja de fondo el horror que acaba de ocurrir y se concentra en la inquietante normalidad que regresa. Una reconstrucción facial opera la primera transformación: le da un nuevo rostro parecido al que tenía. Nelly desea volver a conectarse con su vida pasada, reencontrarse con su esposo Johnny. Una amiga le revela que él habría sido cómplice de su detención, pero ella lo niega. Él no la reconoce cuando la ve por primera vez, aunque nota el parecido. Johnny le propone cambiar de vestimenta y modales para hacerse pasar por su difunta esposa (es decir: ella misma) y reclamar una herencia. Nelly se transforma en su propio doble generando una puesta en abismo y un vertiginoso juego de espejos. Entre música jazz, humo y sombras, Petzold retoma la senda del mejor cine expresionista alemán. La profunda crisis moral del país se trasluce en una dimensión inmaterial: fantasmas, obsesiones, peligros nocturnos.
La reconstrucción histórica permanece en un segundo plano: vemos brevemente las ruinas, no hay flashback sobre la deportación, y los aliados militares y los civiles alemanes sólo se sugieren.Como en varias películas anteriores del director, el rostro de la maravillosa Nina Hoss da sustancia a las más íntimas convulsiones de la historia; un rostro que está oculto en las imágenes del comienzo por la imposibilidad de representar el horror de los campos. La magnífica actriz encarna, en todos los sentidos del término, a un cuerpo desfigurado, nervioso y fantasmal que evoluciona hacia una plenitud sensual recobrada y culmina con su canto del cisne retomando la sublime melodía de Kurt Weill “Speak low”, que evoca la fugacidad del amor. A medida que se va apropiando de su personalidad bajo la ceguera de su marido, Nelly vuelve en sí misma y a la vez comienza a emanciparse. La vitalidad de su cuerpo está en todos los planos. La cámara sigue su silueta primero con una distancia respetuosa y luego utilizando primeros planos inquietantes que acompañan su despliegue hacia un futuro incierto. El personaje aporta color a una Berlín de posguerra destruida. Alemania es el Ave Fénix pero también es un espectro. “La gente no quiere saber”, dice Johnny. Las cicatrices están visibles. La extraordinaria secuencia final deja flotando la esperanza de que las generaciones futuras se atrevan a mirar el paisaje después de la batalla.