Resurgir de las cenizas
Christian Petzold es uno de los pocos directores alemanes que llegan con cierta regularidad a la cartelera comercial argentina. Tras los estrenos de Yella, Triángulo y Bárbara, Ave Fénix no es la excepción. Su último trabajo vuelve a alambicar el derrotero de sus personajes con la Historia, manteniendo inalterable su maestría narrativa.
Ave Fénix es un melodrama romántico situado un tiempo después del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania intenta recuperar un mínimo orden después de la locura etnocentrista del nazismo. Lo primero que se ve es un auto con dos mujeres atravesando el campo. Un puesto de control obliga a focalizar la atención sobre una de ellas. Su rostro está enteramente vendado. El contraplano muestra la cara de horror del oficial que hace el registro ante la exhibición de aquello que subyace bajo las vendas. Luz verde para seguir avanzando y para una historia sobre la recuperación de identidades físicas, pero también relacionales y arquitectónicas.
La película punteará ciertos elementos fantásticos y hitchcockianos sobre todo en el desarrollo de su premisa basal: ya de vuelta en la civilización, Nelly (Nina Hoss) reconstruirá su cara y saldrá a buscar a su marido en medio de una ciudad destruida, siempre asistida por su amiga Lene (Nina Kunzendorf). La sorpresa es que Johnny (Ronald Zehrfeld) no sólo no reconoce en esa mujer a la que alguna vez amó, sino que incluso le pide que se haga pasar por ella misma para resolver un asunto económico.
A Petzold no le interesan los paralelismos evidentes entre la reconstrucción facial y la alemana, priorizando siempre los procesos internos de Nelly y el crecimiento -en vínculo y complejidad- de la relación mercantilista con su pareja por sobre el peso metafórico del relato. Narrada con maestría, y con una puesta en escena planificada al detalle, Ave Fénix es la validación de Petzold como una de las miradas más interesantes y personales del cine alemán contemporáneo.