Entre las cenizas
Nadie como Petzold sabe trabajar con los géneros clásicos de Hollywood y reformularlos para reflexionar sobre la historia de su país y la identidad constitutiva de su sociedad.
Berlín, inmediata posguerra. Un Mercedes-Benz atraviesa no sólo la noche cerrada –esa oscuridad de la que empieza a emerger Europa toda– sino también un hostil puesto de control militar del ejército estadounidense. A bordo, viajan dos mujeres. Una de ellas conduce, la otra lleva el rostro completamente vendado y con rastros de sangre. Es Nelly Lenz, una cantante de origen judío que sobrevivió milagrosamente a los campos de exterminio nazi, pero terminó con la cara desfigurada. Vuelve a la ciudad que alguna vez fue también suya para someterse a una cirugía estética que le restituya quizá no tanto su rostro como su dignidad. Pero vuelve esencialmente para intentar reencontrarse con Johnny, el hombre que es todo para ella. “No hubiera sobrevivido sin él, cada día de mi cautiverio pensé en Johnny”, afirma. Su amiga, sin embargo, dice que fue él quien la delató y traicionó. Y que Johnny pretende heredar su fortuna. Sólo la propia Nelly podrá corroborarlo o desmentirlo...Nadie como el director alemán Christian Petzold ha sabido trabajar con los géneros clásicos de Hollywood, adoptar esa lengua no sólo para reformularla en provecho de su propia estética sino también para –en términos absolutamente contemporáneos– reflexionar sobre la historia de su país y la identidad constitutiva de su sociedad. Lo hizo con el género fantástico en Yella (2007), con el film noir en Triángulo (2008), con el cine de espionaje en Barbara (2012) y ahora abreva en las mejores fuentes del melodrama y el noir para Ave Fénix, sin duda una de las cumbres de su obra, a esta altura la más sólida y apasionante del cine alemán actual.Inspirado libremente en la novela Le Retour des cendres, del francés Hubert Monteilhet (que ya había sido adaptada medio siglo atrás en Volver de entre las cenizas, del británico J. Lee Thompson), Petzold, con la colaboración en el guión de Harun Farocki, construye un espacio puramente ficcional, tan artificioso como el decadente cabaret que le da su título original al film: Phoenix. El universo de Phoenix –la película– está hecho no tanto con los escombros de la realidad que dejó la guerra sino más bien a partir de la memoria colectiva del cine de Hollywood, de esa máquina narrativa en la que aquí abreva Petzold para tratar temas esencialmente alemanes: las consecuencias de la Shoá, el sentimiento de culpa, la necesidad de asumir el pasado.Los ecos de decenas de melodramas y noirs de Hollywood parecen resonar en Ave Fénix, pero si hay una película que evidentemente funciona como referencia ineludible ésa es, como lo reconoce el propio Petzold (ver entrevista), el clásico por excelencia, Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock. Como el personaje de James Stewart, el Johnny de Phoenix intenta moldear su ideal de mujer. Pero esa mujer es quien, supuestamente, él habría traicionado, pero que él necesita revivir, hacer volver de entre los muertos para llevar adelante su plan. Lo que Johnny no sabe o, mejor aún, no quiere ver –como no quiere ver el pueblo alemán todo, que niega los campos de concentración– es que ésa a quien él considera su actriz es en verdad la auténtica Nelly, que todavía lo ama y quiere estar junto a él.Film de espectros, dobles y fantasmas, Ave Fénix alcanza una intensidad inusual cuando entra en una suerte de insondable puesta en abismo, donde el relato comienza a plegarse sobre sí mismo. Johnny no sólo intenta reconstruir a Nelly, un poco como el país intenta reconstruirse de entre sus ruinas. También se preocupa por armar –como si fuera el director de una película de la cual él mismo escribió el guión– la elaborada puesta en escena del regreso de Nelly. “Nadie te va a preguntar nada, nadie quiere saber”, le explica Johnny a su actriz, ante la mirada horrorizada de la auténtica Nelly, que no puede creer que eso sea posible.El film de Petzold no sería el mismo sin dos intérpretes de la talla de Nina Hoss y Ronald Zehrfeld, la misma extraordinaria pareja de Barbara. Es más, se diría que Petzold vuelve a jugar con la ambigüedad y la desconfianza que también marcaban el destino de la pareja de Barbara, un film que ahora puede leerse en espejo con Ave Fénix, como si fueran dos caras de una misma moneda, sendas reflexiones sobre distintas encrucijadas históricas de un mismo país.Así como Petzold logra imbricar la estética de Hollywood con preocupaciones de orden estrictamente alemán, también lo hace de manera maestra con el cancionero popular estadounidense de la época. Una escena clave, cuando Nelly descubre a Johnny en el cabaret, tiene como telón de fondo un número musical con “Night and Day”, el clásico de Cole Porter, cuya letra aquí alude tanto al amor que es siempre sólo uno, día y noche, como a la dualidad esencial que marca a la pareja de agonistas.El otro tema, que funciona a lo largo de todo el film como estremecedor leitmotiv, es “Speak Low”, del compositor Kurt Weill, el amigo de Bertolt Brecht, un emigrado alemán que no tardó en adaptar su arte a Broadway y Hollywood. A la indecible melancolía de su melodía, se suma la letra de Ogden Nash, que habla de la ferocidad del tiempo y de la fugacidad del amor. “El telón desciende, todo termina...”, susurra Nelly cuando empieza a recuperar su voz, que sin dejar de ser la suya propia parece representar también la voz de todos los que regresan de la muerte y el olvido.