Inquietante y de alta intensidad emocional.
Una mujer vuelve de Auschwitz con el rostro desfigurado. Otras le piden al cirujano plástico parecerse a las actrices Zarah Leander o Kristina Soderbaum, tan populares bajo el nazismo. Ella sólo quiere parecerse a sí misma, volver al hogar, reencontrar a su marido. Pero éste no la reconoce. Apenas alcanza a verla "parecida a la difunta", porque la cree ya muerta. Entonces, en el clima de corrupción moral de la posguerra, le propone participar de una estafa, sin advertir con quién está hablando. Lo impresionante es que ella acepta.
Amor, traición, ilusión, identidad negada y recobrada, historia que alude metafóricamente a la sociedad alemana, melodrama oscuro con luminosas actuaciones, "Ave Fenix" tiene un comienzo inquietante, cercano al Georges Franju de "Los ojos sin rostro", y un desenlace a lo Fassbinder, todo un juego angustioso y perfecto de representaciones que culmina de modo único, dejando al espectador clavado en la butaca. Entre medio no es Franju ni Fassbinder, sino Christian Petzold, para colmo con Harun Farocki como coguionista, es decir dos tipos secos, de espíritu más científico que romántico.
Pero la protagonista es Nina Hoss, que siempre le da carnadura e intensidad a los relatos de Petzold (recuérdese "Wolfburg", "Yella", "Jerichow", "Barbara"). La respaldan Ronald Zehrfeld como un cínico egoísta capaz de provocar piedad, Nina Kunzendorf en el rol de personaje explicativo, una ambientación precisa y pesarosa, unos temas hermosos precisamente colocados para decir algo más de lo que dicen ("Noche y día", de Cole Porter, "Berlin im Licht" y "Speak Low" de Kurt Weill). Y una novela original bien adaptada.
La novela es "Retour des cendres", de Hubert Montelhet, olvidado creador de climas tortuosos. Ya tuvo dos versiones cinematográficas: "Volver de entre las cenizas" (1965), de J. Lee Thompson, gran artesano del cine de acción y suspenso, con guión de Jules Epstein, y "Le retour d' Elisabeth Wolff" (Josee Dayan, 1982). La que ahora vemos se toma varias libertades, elimina un marido anterior y una hijastra dañina, reduce los pecados del esposo traidor, pierde algo de suspenso, va dejando hilos sueltos, pero ofrece una lectura distinta, de nivel alegórico, y alcanza una intensidad emocional más que respetable. Incluso, difícilmente olvidable.