Ronda Dos
Avengers: Endgame (2019) cierra definitivamente el final que Avengers: Infinity War (2018) dejó abierto y con ella concluye una saga de 11 años y 21 películas de superhéroes marca Marvel. Pero “conclusión” y “definitiva” son palabras extrañas en el glosario de Disney: sumado el inminente estreno de Star Wars: Episodio IX (Star Wars: The Rise of Skywalker, 2019), la compañía bate el récord de amagar “conclusiones definitivas” para seriales taquilleros que no tiene ningún interés en liquidar. Héroes “caídos” como Spider-Man, Black Panther, Dr. Strange y los Guardianes de la Galaxia ya tienen estrenos programados tan pronto como para dentro de dos meses, y no hay límite para la cantidad de ciencia ficción barata que puede subtitularse “Una Historia de Star Wars”. La realidad es que lo único que concluye con Avengers: Endgame son algunos contratos.
La película es una épica tecnicolor de tres horas que ostenta un enorme reparto y espectáculo de efectos especiales rebosados del acostumbrado sentido del humor sarcástico y autorreferencial Marvel. Se distingue de su antecesora con algunas subversiones inesperadas, como un prólogo que rápidamente encausa la trama hacia un atractivo desconocido, y una estructura invertida: en vez de converger varias tramas en un mismo punto, la historia parte de un punto en común y se expande en varias direcciones cual serial de aventuras. El segundo acto tarda en llegar pero cuando lo hace renueva la cinta de energía, marcando un ritmo fluido y entretenido.
Esencialmente la película es un homenaje a toda la franquicia, dado que los Avengers deben viajar en el tiempo (es decir, a sus películas anteriores) para birlar las Gemas del Infinito y con su poder revivir a todos los muertos al final de Avengers: Infinity War. No es el plan más inteligente pero sí el más divertido, porque redunda en secuencias en las que los Avengers del presente deben infiltrarse en el pasado y revivir sus Grandes Hits desde otra perspectiva. No es un secreto, lo admiten varias veces: están interpretando su versión de Volver al futuro 2 (Back to the Future 2, 1985). El Universo Marvel siempre ha bancado en la nostalgia del espectador por la cultura pop de los ‘80s, pero a una década de sus inicios ya puede bancar en la nostalgia por sí mismo.
Cada una de estas películas termina inevitablemente con la misma batalla entre Avengers y bichos computarizados, y ésta no es la excepción. A nivel espectáculo Avengers: Endgame no se reserva nada nuevo para el clímax, el cual consiste de despliegues de poder asombrosos que no parecen tener impacto alguno cuando más se los necesita. El verdadero impacto yace en la culminación de los arcos de personajes longevos como Tony Stark (Robert Downey Jr.) y Steve Rogers (Chris Evans), quienes finalmente hacen catarsis y cuyas personalidades dirigen la película. Otros personajes igual de longevos pero menos afortunados obtienen finales anti climáticos, como Black Widow (Scarlett Johansson) y Thor (Chris Hemsworth).
Hay entretenimiento liviano, pasajero y de sobra en Avengers: Endgame, la cual es dirigida de manera competente e impersonal por los hermanos Anthony y Joe Russo. Pero su película es apenas la punta de la pirámide MCU; la sensación final es que cualquier mérito no es propio y debe ser aceptado en nombre de las veintitantas películas - muchas de ellas superiores - que la preceden. Lo que hace Avengers: Endgame es cosechar el impacto emocional de más de una década de un híbrido de cine y televisión, por un lado premiando a sus leales espectadores con un grand finale y por otro prometiendo más de lo mismo pero con otra mano de pintura.