A todo o nada
Parte del universo Marvel llega a su final en Avengers: Endgame, una cruzada de Iron Man y sus aliados para rescatar a la humanidad.
Fueron 22 películas en once años, y una historia que llegó a su fin. La historia estuvo impresa con números como fotogramas, o más bien como cuadros de cómic. En la Argentina, Avengers: Endgame vendió cuatro veces más entradas anticipadas que su precuela, Avengers: Infinity War. Esta última, estrenada el año pasado, tuvo un presupuesto de 321 millones de dólares y recaudó 2.048 a nivel global. En Infinity War, el universo y los Avengers quedaron devastados. No es difícil imaginar que la recaudación del nuevo film superará con creces al anterior. Por eso, la distribuidora tomó sus recaudos. Spoiler fue la palabra tan temida. Durante las dos funciones privadas para periodistas que hubo en Buenos Aires, personal de vigilancia controló que nadie asomara una camarita. Asimismo, buena parte de los periodistas reaccionaba a las escenas como el público que asiste con un balde de pochoclos. Había una histeria atípica para una función privada. Y el ciclo final de la franquicia Marvel en cine se vivió como una fiesta a ambos lados de la pantalla. Los carteles del inicio mostraban la tipografía de Avengers mientras sonaba el clásico “Dear Mr. Fantasy” de Traffic, y en las siguientes tres horas de duración los personajes entraban y salían de todas las franquicias del gigante de historietas, con cameos de celebridades como Robert Redford, Michael Douglas, Michelle Pfeiffer, Rene Russo, Tilda Swinton, William Hurt y Natalie Portman. Si algo termina, que sea a lo grande.
Es difícil, en ese sentido, reseñar Avengers: Endgame sin caer en el mínimo spoiler para el enardecido fan. Porque todo, desde el inicio, es un escenario cambiado. A un primer plano del estadio de los Mets, vacío y anquilosado, sigue la queja de que el equipo de béisbol no existe más, de que un símbolo de la cultura norteamericana ha desaparecido junto a la mitad de la población. Ese es el escenario que dejó Thanos, el archivillano que hizo su aparición en la primera The Avengers (2012) y tuvo todo su protagonismo en Infinity War. Para hacer un recap de la primera parte de esta saga, Thanos consigue las seis gemas del universo, las que aparecieron antes del big bang y otorgan un poder total a quien las posea. Infinity War trataba sobre eso, sobre las incesantes batallas entre Thanos y su ejército contra los Avengers y los Guardianes de la Galaxia por obtener una a una todas las gemas. Finalmente, el gigante púrpura las consigue y las activa en su guante; la mitad de la población del universo es extinguida junto a algunos personajes del universo Marvel, como Loki, Nick Fury, Doctor Strange y Spiderman.
La primera escena de Endgame es una prolongación de este exterminio. Hawkeye (Jeremy Renner) está jugando en un prado con su mujer y sus hijas, cuando de pronto desaparecen. Todos excepto Tony Stark / Ironman (Robert Downey) fueron tocados por esta devastación. Clint Barton / Hawkeye busca el apoyo de Black Widow (Scarlett Johansson) y Capitán América (Chris Evans) para visitar a Tony Stark, líder espiritual del grupo, y conseguir su apoyo para un regreso de los Avengers. El truco, el deus ex machina de esta trama, es volver al pasado mediante un artilugio tecnológico que permita conseguir las seis gemas antes que Thanos, recluido en su planeta Titan. Pero viajar al pasado desataría una paradoja temporal, una alteración en el universo que también afectaría a los personajes involucrados. En ese escenario, Stark tiene todo para perder. En el actual, conserva a su mujer, Pepper (Gwyneth Platrow), y a su hija, y vive relajado en una estancia, lejos de su imperio neoyorquino. Pero Stark da el brazo a torcer y se une a la pueblada. Era inevitable, así son los héroes.
Lo mejor de Endgame tiene que ver con el cambio que la obra de Thanos produjo en los personajes. Bruce Banner (Mark Ruffalo) ya no aparece como un humano sino como una mutación híbrida que conserva la inteligencia del doctor y la fuerza de Hulk, un grandote buenazo que se saca seflies con chicos en un restaurante. Y tal vez el mejor pasaje sea aquel en que Capitán América, Black Widow, Hawkeye y Banner visitan un poblado que reúne a una colonia de sobrevivientes de Asgard, mientras suena “Supersonic Rocketship” de los Kinks. El cuarteto va en busca de Thor (Chris Hemsworth), pero el blondo vikingo está completamente entregado a la bebida. Ebrio y panzón, Hemsworth brinda su mejor costado de comediante, con una barba desprolija y manchada por todo el alcohol que bebe de una pila de botellas. Es un Thor más cercano al “Dude” Lebowski que al musculoso superhéroe de la saga.
Y así, los Avengers se embarcan en la improbable tarea de restablecer el universo. Varios saltos a diversos años (2012, 2013, 2014, incluso un 1972 con el último cameo de Stan Lee) verán la reaparición de Guardianes de la Galaxia, Pantera Negra y la inclusión a última hora de Ant-Man (Paul Rudd) y Capitana Marvel (Brie Larson), de quien se esperaba mayor protagonismo tras su película estrenada hace apenas un mes. Con todos sus buenos momentos (como una lucha final que recuerda a la épica batalla de Las dos torres, la segunda parte de Lord Of The Rings), el punto débil de Endgame es que parece un recurso de ahogado, algo tan fallido como el final místico de Lost. En Infinity War estaba todo lo necesario: el mal y el bien enfrentados, en su máxima expresión –y una ficcionalización de una teoría bien real: la reducción de la población frente al agotamiento de los recursos– junto a la unión de todos los cabos sueltos que dejaron, individualmente, las películas de superhéroes de Marvel. Endgame es, en comparación, forzada, ampulosa, grotesca. Casi innecesaria, de no ser porque en la ficción, al menos en la ficción fantástica, el bien siempre gana.