A principios de año, el PGA (Sindicato de Productores de Estados Unidos) le dio al productor y cabeza de Marvel Studios, Kevin Feige, el Premio Honorario David O. Selznick por logros destacados en la producción de películas. Este es un honor histórico que se le ha concedido a unos pocos: al ver Avengers Endgame no sorprenden en lo más mínimo las agallas de la entidad por poner a Feige a la altura de legendarias luminarias de la industria, incluso de aquellas que arrasaron en la época de oro del cine.
El Universo Cinematográfico de Marvel vivirá, seguirá adelante (es dudoso, iluso incluso, que Disney haga tamaña adquisición sabiendo que tiene una fecha de vencimiento) y se hace difícil pensar cómo podrán igualar (superar es un escenario demasiado fantasioso) lo conseguido en lo que se dio en llamar The Infinity Saga.
Feige puede irse a la tumba sabiendo que tuvo un papel fundamental, tan protagónico como el de sus estrellas, en un capitulo insoslayable de la historia del cine. Así es, leyeron bien, esta crítica tiene el valor de considerar a The Infinity Saga “un capitulo insoslayable de la Historia del Cine”. Le pese a quien le pese, tanto en el ámbito critico como en el de la realización. Una opinión que muchos considerarán irracional y hasta ignorante ¿Pero lo es?
A ver: no nos engañemos, las intenciones comerciales saltan a la vista en esta clase de proyectos, y si hay algo que nadie puede negar es el enorme cortoplacismo que rige en gran mayoría de los mismos, motorizado por la necesidad de hacer billones de dólares en el menor tiempo posible. Si bien Marvel Studios tenía el dinero para ir por ese camino y no tienen el nivel de sacrificio de, digamos, una producción independiente, la paciencia de 11 años (o 22 películas) para construir toda esta convocatoria, es de admirar.
Concedido, aquí no está el mérito de haber descubierto un guion original por el que nadie apostaba y terminó siendo una máquina de hacer dinero. Concedido, aquí se tenía la ventaja de tener detrás de sí una propiedad preexistente de enorme popularidad en el medio impreso. Pero las adaptaciones, incluso las más fieles, están plagadas de riesgos, y aunque tuvo tropiezos en su camino, el resultado, que es lo que importa categóricamente (y más aún en los términos que se propone Marvel Studios) es positivo. Tan positivo que se las ingenia para hacerle sombra a sus escasos defectos.
Un Final Digno
Avengers Endgame tiene tanto defectos como virtudes a nivel narrativo, ganando naturalmente la pulseada los primeros. No obstante, los mencionados defectos son una consecuencia lógica de la acción elegida por los protagonistas para resolver el conflicto principal. Un riesgo que la película no solo acepta, sino que abraza, no pocas veces con humor.
Sin embargo, es necesario mencionar con una leve severidad, que el Thanos del primer film, aquel que supo ser un antagonista tan multidimensional, en esta continuación pierde muchas de aquellas dimensiones. Porque si bien en aquel film era la principal fuente del conflicto en cada escena, aquí es nada más un resabio; está por una necesidad más lógica que dramática. Las fuerzas antagónicas que ejercen presión sobre los protagonistas son otras, basadas más en el lidiar con los efectos secundarios del desenlace de la película anterior que por una acción directa del antagonista.
Avengers Endgame es una película de tres horas y cualquiera que se meta en esa faena de escasa frecuencia en el cine comercial (mientras más corta la película más funciones, y por lo tanto más dinero), tiene que hacerlo convencido de que la extensa duración tiene un por qué. Habitualmente esa explicación, esa justificación, es el desarrollo de los personajes y los temas, cuestiones que para alcanzar su plenitud necesitan muchas veces de una cocción lenta. Estas dos cuestiones son palpables en Avengers Endgame, pero no es necesariamente el caso, ya que la extensa duración del film está justificada por un manto de acción y tensión dramática sin tregua. No estamos hablando de simples obstáculos; el riesgo es tan grande que cada conflicto es un revés enorme que pone en juego toda la operación. Reveses intensos que dicen presente prácticamente desde el arranque de la película. Si eso no es llamar la atención del espectador… engancharlo… atraparlo… no se qué cosa podría serlo.
Para apreciar este film, y a riesgo de mencionar lo obvio, no solo es menester el haber visto las anteriores, sino el haber amado a los personajes. Pues para esos amantes está hecha. Esos amantes a los que Marvel Studios ha cautivado durante 11 años. Esos amantes a los que está recompensando con esta película. Si ustedes lectores están en ese grupo, esta crítica les garantiza con seguridad que estará pagando por toda una celebración… una fiesta si se quiere.
Por otro lado, si no está en ese grupo y busca una película que pueda defenderse por su propio derecho más allá de una asociación con films previos, le será difícil sobrellevarla. Si le busca defectos, se los encontrará, y por ellos atacará teniendo absoluta razón, ya sea por simple derecho a la opinión o apreciación objetiva de lo que es la buena narrativa.
Pero dentro de todo, al terminar la función no pocos sentirán ese pequeño momento de desolación, similar a cuando se termina de leer una larga novela. Ese momento donde se empieza a hacer memoria de todo lo vivido como espectador. Ese momento que te hace decir “¿Y ahora qué?” Una sensación que solo la puede otorgar un buen final, y esta película lo es.