La aventura machista
Lo que cuenta Aventurera, esa historia de una joven actriz colombiana que busca ascender rápidamente en su carrera y para eso va rompiendo todos sus límites éticos y morales, también implicaba tener en claro dónde están determinadas barreras vinculadas a la ética y moral, pero cinematográfica. Pero al igual que su protagonista, el film no tiene claras demarcaciones fundamentales y eso la hace desbarrancar por completo.
Hay que reconocer que Aventurera posee una primera mitad interesante, donde mantiene cierto equilibrio narrativo, contemplando sin juzgar las acciones de la protagonista y hasta tratando de entenderla en sus ambiciones y motivaciones a partir del recorrido que ha venido teniendo en su vida.
Pero cuando la película de Leonardo D´Antoni tiene que ir resolviendo su posición y encarando ciertas decisiones fundamentales para el relato y quien lo protagoniza, el asunto se va espesando y el film se convierte en una fábula no moral, sino moralista, juzgando al personaje y sometiéndola a toda clase de castigos psicológicos e incluso físicos, impartidos por el destino pautado por el guión.
Ese mismo guión no se preocupa por cubrir unos cuantos baches narrativos -hay un importante personaje que desaparece de manera inexplicable y nunca se explica qué pasa con él-, pero sí por manipular todas las acciones y hechos a su antojo, construyendo un discurso que pone a su mujer protagonista (y remarcamos la palabra mujer, porque en estos tiempos, elecciones vinculadas al cuerpo y la mentalidad femenina no pueden ser gratis) en las peores posiciones posibles, avalando directamente e indirectamente -dependiendo de las diferentes secuencias- una visión machista y misógina. Todo lo que podía salir mal en Aventurera, sale mal. Y es realmente tan triste como molesto.