Unos tres años y medio después de haberse estrenado “Escuadron suicida” llega esta suerte de desprendimiento de la historia más que secuela de la misma. ¿Cómo es posible que la gente detrás del universo DC Comics, la competencia directa de Marvel, sea tan heterogénea en ideas y resultados? Por supuesto que en estos tiempos la diversidad es absolutamente necesaria, pero no hablamos de cuestiones socialmente inclusivas sino en el armado de equipos de trabajo que persigan la misma idea global. Marvel tiene directores tan disímiles como Kenneth Brannah y Jon Favreau por ejemplo, que establecen parte de su sello pero siempre el objetivo es el mismo, conectar de forma coherente un espectro muy amplio de personajes con orígenes y contextos distintos.
¿Qué tiene que ver “Aves de presa y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn", el estreno de marras, con Mujer Maravilla, Aquamán o Guasón, multi-nominada al Oscar este año? Peor aún, ¿Qué tiene que ver incluso con el producto del cual se despega? Nada. Nada conceptualmente, y si apuramos el análisis hasta hay puntos vitales de su base que se desdicen alejándose inconvenientemente de la orilla y sin salvavidas que ayuden a evitar el naufragio.
Un poco de historia recordará que en “Escuadrón suicida” (2016), un grupo de los más peligrosos e inadaptados criminales de Ciudad Gótica son reclutados por una agencia gubernamental para cumplir la misión de salvar al mundo, entre ellos el Guasón (interpretado entonces por Jared Leto) y Harley Quinn (Margott Robbie), su novia, digamos. La personalidad de ésta última estaba pintada como una mujer desprejuiciada, liberal, extremadamente violenta, sádica, con apariencia de colegiala perversa, narcisista y embelesada por el líder de toda esta banda de malhechores.
El primer cambio importante desde aquel estreno a esta parte es el protagónico y el punto de vista. “Aves de presa” tiene a Harley Quinn como protagonista exclusiva y, por si fuera poco, como relatora en off de todo lo que pasa. Anda de capa caída, si es que alguna vez la tuvo, porque su novio le echó flit. La dejó, bah. Este dolor por la pérdida la lleva a un estado de violencia exacerbada que aquí pretende, sin éxito, ser divertido a partir del humor negro que intenta manejar. No obstante su tristeza, el hecho que nadie sepa de su ruptura le da via libre para varios desmanes amparada en el miedo que genera a cualquiera meterse con la novia del Guasón.
¿Quién más anda dando vueltas en este guión? Montoya (Rosie Pérez), oficial de policía con mucha bronca por el descrédito de un caso rutilante cuyo reconocimiento fue a parar a manos de su compañero, y ahora jefe de ella. También están Canario Negro (0); Cassandra (Ella Jay Basco), una nena punga de rasgos orientales, y Cazadora (Mary Elizabeth Winstead). Eventualmente estas cinco mujeres, a priori casi enemigas entre sí, unirán fuerzas para enfrentar a un jefe del hampa llamado Román Sionis (Ewan McGregor).
La mejor de todas las intenciones que tiene este estreno, es decir, aprovechar la popularidad que el personaje central generó en la primera entrega para apuntalar el empoderamiento de la mujer, no sólo queda sepultada en la tonelada de incoherencias de forma y fondo aglutinadas en esta producción, sino que también se autogenera un efecto bumerang. Al tener una construcción de personaje narrado por sí mismo en off que dice extrañar a su ex y por eso lo imita tanto en su forma de locura como en el maquillaje y en los chistes malos, Harley no termina siendo otra cosa que la versión machirula de ella misma. Aunque estemos frente a la película que sin dudas entrará al libro “Guiness” de los récords en cantidad de patadas a los testículos en las coreografías de peleas, no servirá ni siquiera como simbolismo pop del discurso.
Este sería el mayor problema conceptual de “Aves de presa y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn", pero no es el único. El guión de Christina Hodson, culpable también de la espantosa “Mío o de nadie” (2017) sobre otra mujer despechada que se descarga contra la nueva novia de su ex, comete el error de subestimar la inteligencia del espectador. Creyendo tal vez que caería simpático por la actitud de hago-lo-que-se-me-antoja de la protagonista, la voz en off de Quin nunca llega a ser narración. Es, desde el minuto uno, una explicación irritante, estridente y descriptiva de las acciones que vemos, de las que vamos a ver, y como guinda del postre, de sus estados de ánimo y de las características y antecedentes de varios personajes. De modo tal que la actuación, o sea el trabajo actoral, es un simple subrayado gestual de la impronta de cada rol. Un mamarracho nunca visto. Apenas algunos momentos de rebeldía de Ewan McGregor sacan alguna sonrisa y dignifican la profesión.
Si a eso le agregamos las rupturas injustificadas de la cuarta pared en una pésima imitación de “Deadpool” (2016), las inconexiones entre texto y ritmo narrativo con remates que se ven venir a kilómetros y el pobrísimo desarrollo individual que impide la generación de empatía; estamos frente a lo peor de año. Razzies 2021, teléfono.
A la casi debutante Cathy Yan la dirección de este proyecto le queda gigante. En ningún momento parece haber podido tener las cosas bajo control. Ni siquiera lo esencial de un producto de este tipo que es básicamente el de entretener. Es cierto que se descubre cierta pericia para las escenas de acción, pero por más dirección de arte y encuadres de historieta que se puedan lograr no alcanza sino se sabe cómo encastrar esos elementos para que resulten armónicos. En este sentido hay un desbalance total entre las redundantes transiciones y el vértigo. Se hace muy difícil guiar el barco, aunque sea a mal puerto.
Sólo algunos rasgos de la dirección de fotografía y las canciones de la banda de sonido encuentran conexión con lo visto hace más de tres años. Va a ser complicado encontrar un producto basado en historieta con tantos desaciertos. La emancipación de éste personaje, sólo está en el título.