Otro film de vuelo bajo
Como segunda parte de aquel fallido film de animación que surgió poco después del éxito de Cars, ahora se estrena esta producción de Disney que no está a la altura de Pixar.
El cine de animación, y en particular Disney, tiene un mercado mundial gigantesco. Y aunque en un principio el estudio cuidó mucho a sus clásicos, en la explosión de taquilla de los años '90 se lanzó a la realización no sólo de secuelas de sus films de animación (logrando grandes películas en el caso de Pixar), sino también productos de calidad menor destinados al consumo fuera de la pantalla de los cines.
En esos casos, eran solamente los niños los que seguían las historias, más afectos al fanatismo que a la evaluación artística. Del mundo de Cars, un producto de la factoría Pixar, se creó una rama iniciada por Aviones y continuada por su secuela Aviones 2: equipo de rescate. Ambos films, claramente de una calidad inferior a lo que crea el estudio, y de hecho sin relación artística con los personajes de John Lasseter, creador de Pixar. Pero aparentemente el mercado es grande y la calidad ya no es prioridad.
No son films malos, simplemente da un poco de tristeza ver imágenes que se parecen tanto a personajes queridos, metidos en historias sin gracia. Dusty ahora es conocido por haber pasado de ser un avión fumigador a ganar una carrera alrededor del mundo. Pero Dusty se entera de que su motor está dañado y que ya no podrá participar de esa clase de competencias nuevamente. Por eso, termina sumándose a un grupo de aviones que se dedica a apagar incendios forestales.
Cuando la secuela de un film que no nos interesaba aparece, la única esperanza que queda es que haya algo radicalmente nuevo que cambie el estilo del primer film o lo eleve de alguna manera. Nada de eso ocurre aquí, donde el humor es más fallido que en el título anterior, donde la animación sigue quedándose un paso atrás de sus competidoras de género y donde ni siquiera la acción tiene alguna clase de encanto capaz de entretenernos.
Las películas de animación tienen ese problema: o son obras sublimes y encantadoras, capaces de ser sofisticadas y a las vez muy entretenidas, o caen en esta tibieza insulsa. El problema es que un film de animación mediocre produce una irritación aun mayor que un film mediocre con actores. Tanta técnica llevada hacia ningún lugar es más una pérdida de tiempo que otra cosa. Pixar y Disney han dado mucho, no nos conformemos con menos.