Hace apenas un año, llegaba a las salas de cine un spin-off del mundo de cars, esta vez en las alturas. Como lo comentábamos en nuestra reseña, el problema no es si a los niños les gusta o no (que obviamente van a disfrutar cualquier producto de caricatura), sino lo que aporta al género animado. Y al igual que su precuela, la respuesta es simple: nada.
La animación no está fuera de lo ordinario, pues ya hemos visto en otros filmes los planos secuencia, la cámara en primer plano moviéndose a alta velocidad, la textura de los personajes, etc., y el 3D aporta poca profundidad a los escenarios y nada más. La historia, más que una secuela es como arrepentirse de lo establecido anteriormente, pues ahora, Dusty Crophopper, después de haber ganado el tour alrededor del mundo, descubre que en verdad no fue hecho para eso y su sistema ya no responde, por lo que, una vez más, debe regresar a lo que sabe hacer: volar bajo y soltar su carga, pero en lugar de ser químicos para plantíos, es agua para controlar incendios en un bosque nacional.
Así, si resultaba fácil saber cuál era la moraleja en la primera parte (superarse así mismo y luchar por tus sueños), en esta segunda parte resulta confuso si hay que sacrificar los sueños personales por ayudar a los amigos, desobedecer las órdenes para ser el héroe o resignarse a ser quien eres por que así naciste y no puedes ser algo más.
A pesar de que en muchos lugares la colocan por encima de la primera parte, aunque tiene muchas más escenas de acción, los personajes en esta ocasión están mal delineados, la historia termina por ser innecesaria y hasta cierto punto falsa, y sigue siendo una película innecesaria por la que el estudio del ratón ganará mucho más dinero del que esperaba por el simple hecho de su grandiosa estrategia comercial: estrenarla en plenas vacaciones infantiles.