En poco más de una hora, y teniendo como disparador unos recuerdos de infancia, Sabrina Moreno pinta en su primera película la crisis interna de un matrimonio. Marido y mujer se quieren, pero ya no es suficiente. Disfrutan las vacaciones con los hijos, pero también hay desgaste y desacuerdos. Ella tiene expectativas de otro futuro, pero se siente atada. Él es un buen tipo, pero no puede comprenderla, ni contenerla. Entretanto, los niños mantienen su inocencia.
Eso es lo que están viviendo los personajes. Todo está expuesto con sutileza, con una música levemente extraña, en un libre vaivén de tiempos y de sentimientos (y de ubicación frente al volante). También algunas imágenes pueden parecer un poco extrañas, como fotos familiares que van perdiendo brillo. La historia avanza con algunos saltos, como ocurre a veces con la memoria de otros tiempos que deja hilos sueltos e impresiones marcadas. En el balance, entonces, la pintura de caracteres pareciera tener más peso que la narración, pero eso, por suerte, no molesta demasiado. Conviene anotar el nombre de esta novel directora. Y el de sus principales intérpretes, Umbra Colombo y Beto Bernuez, así como un detalle que habla de los nuevos tiempos: ésta es una producción pura y enteramente cordobesa.