Música de carretera
El director de Scott Pilgrim contra el mundo, Edgard Wright, escribe y dirige este thriller de acción protagonizado por Ansel Elgort (Bajo la misma Estrella, serie Divergente) que cuenta, además, con las actuaciones secundarias de Kevin Spacey, Jamie Foxx y Lily James.
Lo primero que hay que decir acerca de la película es que el prometedor Ansel Elgort interpreta a un personaje de lo más particular, partiendo de la base de que su nombre es Baby. Si, B-A-B-Y como bebé en inglés, cosa que el muchacho no para de repetir en tono humorístico. Baby vive en un pequeño departamento en la ciudad de Atlanta que comparte con Joe (CJ Jones), un anciano afroamericano, ciego y parapléjico que representa algo así como una figura paterna para Baby, cuya infancia dista mucho de haber sido feliz. Pero la cosa no termina ahí. Resulta que nuestro héroe, un fanático de la música en todos sus formatos y géneros, se dedica a manejar. A manejar el auto de escape que distintos maleantes requieren cuando son contratados para dar algún golpe por Doc (Spacey), un capo mafia moderno que también resulta ser el jefe y mentor del bueno de Baby.
Lo que Edgar Wright propone es una pieza clásica de ese tipo de cine más bien moderno que busca fusionar los géneros de la acción criminalística y de la comedia a partir de un personaje protagónico muy simple desde el lugar que ocupa en el escalafón de la familia mafiosa para la que trabaja, cosa que ayuda al público a sumergirse en el universo que lo rodea y que propone la película; pero a su vez muy peculiar y singular desde sus rasgos personales, elemento que trabaja a favor de la identificación con el espectador que, en este caso, Baby produce casi de inmediato. A esto se suma un grupo de personajes complementarios construidos, estos sí, respetando el manual de esa vieja escuela de las películas de gángsters. Está el jefe, intimidante y despiadado pero sabio y generoso con los suyos; lo tenemos al compañero que se opone al protagonista, desafiante, cuestionador e irreverente; está también el colega amigo, diligente, solidario y amigable; no puede faltar la dama de la historia, con problemas propios, difícil de conquistar pero necesitada de salvación; y también dice presente el elemento humano, ese personaje que baja al héroe a la tierra y lo conecta con su lado más humano.
Y cuando la construcción de personajes es tan sólida y se presenta tan bien llevada desde los tiempos que requiere, esa paciencia actúa, cual arma de doble filo, como una base solidísima y por demás prometedora para lo que va a venir pero también exigente y desafiante de esa historia que sustenta, la cual debe enfrentar el reto de estar a la altura. Y esta lo está. Porque el relato no se queda con un protagonista cool, que tiene mucha onda y encima es un prodigio del volante. Ni siquiera se conforma con incluirlo en una trama de acción frenética, con persecuciones al volante que terminan con maniobras imposibles. Todo eso está pero no por el sólo hecho de la espectacularidad visual sino para aportar. Intriga en el antes, en los preparativos; dice mucho de los personajes en el durante y los cambia en el después, los hace evolucionar para darle forma a un arco dramático brillantemente trabajado que desemboca en la verdadera tesis de la historia que poco tiene que ver con las proezas detrás del volante o con una ametralladora en la mano. Esa bajada a lo humano es lo que diferencia a esta pieza de todo ese enorme conglomerado de películas de acción que pone el foco en la acción misma.
Y la música. Es casi una proeza innecesaria haber parloteado tanto de Baby Driver sin referirse a la música. Porque lo que termina de redondear a un protagonista altamente interesante es una deficiencia auditiva que lo ha acompañado desde que fuera el único sobreviviente de un violento accidente de tránsito y por la que debe convivir con un pequeño zumbido en sus oídos de características casi insoportables. Y la música es su salida para esta condición. Reproductores de mp3, iPods, discmans y hasta vetustos pasacasetes son aliados incondicionales de Baby a lo largo de toda la película mientras el joven, que por esta característica parece casi autista en su interacción con la gente, intenta paliar los traumas que vinieron de su mano. La banda sonora no sólo es excelente desde la selección de canciones que incluye (con clásicos de James Brown, The Beach Boys, Beck, Queen, Blur, R.E.M., Barry White, Simon & Garfunkel, Gwen Stefani y del mismísimo maestro Ennio Morricone) sino desde su uso que va más allá del acompañamiento sonoro. Que Baby esté escuchando música (y, por ende, los espectadores también), que deje de escuchar, que lo obliguen a hacerlo o el contenido de lo que está escuchando son situaciones que dicen algo, que cuentan, que tienen peso dramático.
Acción, drama, violencia, sensibilidad, una historia atrapante, grandes actuaciones y muy buena música hacen de Baby: El Aprendiz del Crimen un cóctel explosivo que a nadie puede pasarle desapercibido.