Baby, el aprendiz del crimen, representa para Edgar Wright su primera película rodada en los Estados Unidos, pero encuentra su esencia en el videoclip "Blue Song" que el director realizó hace más de veinte años para el grupo musical Mint Royale. Dicho videoclip presentaba a un conductor designado para las fugas de unos ladrones de banco, quien además era todo un amante de la música.
Responsable de películas como Scott Pilgrim contra el mundo (2010) y Shaun of the dead (2004), Edgar Wright afianzo su estilo brindando idóneas vueltas de tuerca a los géneros que se propuso abordar o satirizar, demostrando con creces ser uno de los directores más talentosos de su generación.
Apelando a un registro siempre irreverente en tradición a su filmografía, Wright consigue con Baby el aprendiz del crimen su película más madura. Presentando impecables personajes que otorgan dinamismo a un arco dramático sin hermetismos y sin dejar de lado la tensión implícita de todo buen thriller que se precie.
A pesar de necesitar estar siempre escuchando canciones con sus auriculares para silenciar un zumbido que lo perturba desde un accidente en la infancia, Baby (Ansel Elgort) trabaja con una banda de criminales como un excelente conductor de fugas. Pero cuando conoce a la chica de sus sueños (Lily James), el muchacho buscará poner fin a su actividad delictiva para emprender un camino sin sobresaltos. Claro que no le será tan fácil dejar de trabajar para su jefe (Kevin Spacey), un enigmático cerebro criminal, secundado por una banda integrada por unos intimidantes Jon Bernthal, Jon Hamm y Jamie Foxx. Sin embargo nada termina saliendo como lo planeado... Ahora, la vida de Baby y su futuro con la chica que ama se encuentran en un frenético ritmo de fuga.
A diferencia de Rápidos y Furiosos, una opulenta saga de acción de alta cilindrada, Baby, el aprendiz del crimen tiene los avales necesarios para convertirse en una película de culto como Drive (2011) de Nicolas Winding Refn, al tiempo que añade una buena dosis de locura e irreverencia al pintoresco mundo del crimen organizado, evitando encasillarse entre los muchos facsímiles del cine de Tarantino, con la inigualable impronta de un amplio horizonte de locuaces y vistosos criminales.
Del mismo modo que en Guardianes de la Galaxia (2014), la música juega un papel importante en Baby el aprendiz del crimen, ya que Edgar Wright dispone de la misma como un elemento funcional de un complejo juego de composición narrativo: de manera diegetica el cierre de puerta o un objeto colocado en la mesa, se integrara con el ritmo de la canción que acontece en el momento en la lista de reproducción del Ipod de Baby, brindando una deslumbrante experiencia.
De modo que Baby, el aprendiz del crimen, presenta una banda sonora plena de clásicos del rock y el soul, escogidos milimétricamente para conjugarse con uno de los mejores montajes cinematográficos de los últimos tiempos. Es menester mencionar que además la película presenta un formidable plano secuencia de más de cinco minutos, panacea para todo amante del séptimo arte, ejecutado con portentosa precisión coreográfica y escénica.
Lejos de ser un caricaturesco y glamoroso retrato de la vida criminal, pero dotado de excentricidad y diversión, Baby el aprendiz del crimen resulta una de las películas más interesantes y originales del año, rebosante de informalidad y con toda la originalidad de un espectacular musical de acción con secuencias frenéticas que derivan en inimaginables situaciones.