Cuando todo está escrito la magia radica en cómo se cuenta la historia.
La música siempre acompaña pero en Baby Driver toma, a diferencia de las producciones convencionales, un gran protagonismo.
La trama gira en torno a una banda de delincuentes comandados por un líder/jefe/cerebro llamado Doc (Kevin Spacey) que se dedican al robo. El equipo no es siempre el mismo ya que va variando, intuímos, según los “compromisos” de cada uno y a la elección que hace el mafioso de acuerdo a las necesidades del crimen a cometer.
El que no cambia es el conductor/chofer del grupo apodado Baby (Ansel Elgort). Hábil, rápido, frío y con alto coraje para salir velozmente del lugar, una vez finalizado el atraco esquivando todos los obstáculos y con la poli detrás siempre pisando los talones.
Baby, que sufre problemas auditivos, aparenta ser un joven que poco tiene que ver con ese mundo de rufianes, pero tiene una deuda por saldar y eso es lo que lo obliga a seguir. En cada asalto elige un tema musical de su Ipod. En ese momento cuando se está cometiendo el atraco y sobre todo en la escapada final todo se desenvuelve de una forma coreográfica al compás del tema seleccionado. Ritmo del sonido en sus auriculares, en la sala de cine, en las imágenes.
El guión esta bien y hay lugar para el humor, para la historia de amor, para el mas malo que nunca muere, el malo que en realidad es bueno y tal vez con un final que podría traer una secuela.
Planos secuencia, la ubicación de la cámara respecto del protagonista, el gran trabajo del montaje, logran ese ritmo apoyado en un notable elenco y todo bajo las órdenes de un gran director.
El pibe esta muy bien, el papel le sienta bien. Es bueno y es creíble. Pienso que este protagónico le llega como un respaldo, como darle una gran mano, tal vez forjando a un futuro de actor/estrella en esa fábrica hollywoodense que siempre necesita material joven. Claro está, si es que puede sobrellevar los duros avatares de una carrera mucho más despiadada como la de ser un getaway driver.
Hasta la vista baby…