Luego del suceso de La La Land los grandes estudios se rindieron a los pies del director Damien Chazelle, quien tuvo carta libre para hacer lo que deseaba en su siguiente proyecto.
Paramount le firmó un contrato para desarrollar varias producciones y destinó cerca de 80 millones de dólares a la realización de Babylon.
Creyeron que era un éxito asegurado con la incorporación de Margot Robbie y Brad Pitt pero las cosas no se dieron como esperaban.
Este proyecto vanidoso de Chazelle trascendió entre los grandes fiascos comerciales del 2022, el público no acompañó en los cines y muchos críticos que le chuparon las medias al realizador en esta oportunidad le soltaron la mano.
Se trata de esa clase de películas complicadas que dividen mucho las opiniones y cuestan recomendar abiertamente, ya que no todo el mundo se enganchará con la propuesta.
A través de una historia épica el director tiene la intención de explorar la etapa de transición entre el cine mudo y el sonoro en el Hollywood de fines de los años ´20.
El relato está dividido en dos actos específicos.
Durante la primera mitad Chazelle le hace justicia al concepto de los denominados “años locos” y retrata con crudeza todo el libertinaje y descontrol que primó en la industria del cine durante ese período.
La trama comienza fuerte con una escena de escatología extrema y luego se vuelve más intensa.
En este segmento, que es tal vez el más atractivo, el cineasta intentó trabajar el humor de un modo similar a lo que hizo Martin Scorsese con el Lobo de Wall Street pero no termina de funcionar debido a la naturaleza del guión.
En la película con Leonardo DeCaprio había un conflicto sólido basado en hechos reales que presentaba un ensamble de personajes extravagantes muy atractivos.
Algo que no ocurre con ninguna de las subtramas que desarrolla Babylon. Vemos personajes que aparecen y salen del argumento pero ninguno de ellos tiene un conflicto que al menos resulte cautivante.
Un tema que se vuelve un problema en la segunda mitad cuando el tono del film adquiere un mayor dramatismo y el humor prácticamente desaparece del relato.
A Babylon le faltó un productor honesto que le explicara a Chazelle que su guión no es lo suficientemente épico y sólido para elaborar un espectáculo de más de tres horas de duración.
Para el momento en que los arcos argumentales de los personajes principales deberían llegar a una conclusión todavía falta una hora de metraje y la película se siente interminable.
Robbie y Pitt levantan muchísimo el espectáculo con sus interpretaciones pero no pueden impedir que la experiencia tras 120 minutos se vuelva agotadora.
Lo más destacable de esta propuesta se encuentra en los aspectos técnicos donde el cineasta ofrece un producto de calidad a la altura de sus obras previas.
Sobresale especialmente la música de Justin Horwitz y toda la puesta en escena de la reconstrucción del período histórico que es impecable.
No es casualidad que en la actual temporada de premios de Hollywood el film coseche nominaciones en estos rubros y reciba menos atención en la categoría de Mejor película y dirección.
En resumen, un film pretencioso cuya impecable factura técnica no compensa un relato olvidable que resulta extenuante.