Tras la pandemia, pareciera que estuviésemos frente a una ola de terapia cinematográfica, pues un gran puñado de realizadores en estos últimos meses nos han regalado sus mayores miedos, inciertos, verdades, confesiones, y en algunos, hasta casi referencias autobiográficas. Steven Spielberg con Los Fabelman, James Gray con Armageddon Time, Alejandro Iñarritú con Bardo, Jordan Peel con Nope. La crítica de Babylon ha despertado en la cinefilia, los expertos teóricos, y hasta ¿twitter? (que ya pareciera ser un rotten tomatoes de ocasión) todo tipo de discusión. El consenso se picó. Pues bien, ahora es el turno de Chazelle con su Babylon. una odisea grandilocuente que divide las aguas en la platea del visionado. El film es una adictiva inmersión a uno de los grandes cambios que sufrió Hollywood: el paso del cine silente al sonoro.
Sabemos que este joven director ha trazado su filmografía con un hilo obsesivo que orienta a sus personajes hacia la búsqueda del sueño aparentemente inquebrantable. Y, así, alcanzar la gloria máxima. Chazelle con Babylon finalmente consigue sincerarse y plasma todo lo que sabe que tiene a su alcance y que puede hacer para entregar su triunfo colosal.
Babylon es un viaje apabullante, magnético, frustrante y emocionante. Tal como lo fue la meca del cine en aquellos rugientes 20s. El universo ‘de las películas’ no se terminaba en un set sino que era un estilo de vida que se vio amenazado por la llegada del sonido. Una nueva forma de capturar aún más la realidad. Luego Chazelle se encarga de mostrar que en verdad el hito brindó aún más magia porque todo era parte de construir algo más grande que la propia industria y el star system. Era un pedazo más para erigir el cine, esa sala oscura que no juzga a nadie.
Esta película captura todo ese frenesí a través de varios personajes: Nellie Leroy (Margot Robbie), la estrella que quiere morir siendo leyenda, Jack Conrad (Brad Pitt), el galán silente que descubre que el estrellato se oxida, Manny (Diego Calva), un mexicano que llega a esas tierras con sed de pertenecer a un set como sea, Elinor St. John (Jean Smart), una periodista sensacionalista que también era una pieza notable en los estudios (podría ser un crítica actual de Babylon más). Todas esas interpretaciones están al servicio de un mundo desenfrenado y de una industria que estaba tratando de descifrar el camino.
Babylon es una odisea que hipnotiza tanto a los amantes del cine como a los que son indiferentes, porque en ese viaje plagado de planos memorables y sueños inquebrantables, está el triunfo y la decadencia al desnudo, interconectadas como verdades que competen a cualquiera.
Qué mejor que terminar este comentario sin ningún tipo de spoiler, y subrayar el espíritu de la película. La crítica de Babylon más adecueda es decirles que realmente vayan al cine, eso sí, la única recomendación es que es escatólogica porque bueno, ‘a quien quiere celeste que le cueste’.