Bacurau

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

"Bacurau": disparos vecinos

Con referencias al referencias al spaghetti western, el gore, la ciencia ficción y, como no, a la obra de Glauber Rocha, la nueva película del director de "Aquarius" suma a Sonia Braga a una alegoría más cinéfila que política. 

El realizador pernambucano Kleber Mendonça Filho tuvo un suceso de estima con su ópera prima, Sonidos vecinos , y un arrasador éxito global con la segunda, Aquarius . Sonidos vecinoshablaba de la paranoia urbana con rigor, haciendo brillante uso de los planos largos, en términos de distancia y duración. Aquarius ya era otra cosa, más calculada para lograr lo que logró. Un conflicto elemental, llamado a halagar las conciencias progresistas grado 1: la compra de los departamentos de un condominio patrimonial por parte de un grupo económico estilo pulpo. Y una última resistente: la crítica de música encarnada por una reaparecida Sonia Braga, sobreactuando sofisticación intelectual, dignidad, sex appeal y cojones. Bingo para Mendonça Filho, con premios en abundancia para la película y para Braga, y una crítica rendida ante la presunta grandeza de este astuto operativo comercial. Tres años más tarde el cineasta de Recife, que no es tonto, acompañado ahora en la codirección por su diseñador de producción, Juliano Dornelles, vuelve a enfrentar a los buenos de un perdido pueblito pernambucano con unos malos que ya se verá. Suma por supuesto a Doña Flor a un film ahora coral, que cuenta con una ventaja: no pretende representar los loables anhelos de ningún espectador bien pensante.

Una placa ubica en la realidad, la otra en la irrealidad. “Interior de Pernambuco”, dice la primera. “Dentro de unos años”, la segunda. Es esa tensión la que sostiene a Bacurau, aunque la segunda placa pesa más que la primera. Bacurau, pueblito de ficción, es un poco como el pueblito de un western. Está la escuela y el maestro, como Carroll Baker en El ocaso de los cheyennes. Está la médica del pueblo (Braga), buena y alcohólica. Tanto como cualquier colega en cualquier western de John Ford. Está el intendente, que reside en la vecina Aguas Verdes y quiere comprar a la población con comida y remedios vencidos, para disimular el hecho de que por su culpa el agua no llega a Bacurau. O sea que cumple en verdad la función del terrateniente. Y están los pistoleros, conducidos por el alemán Udo Kier, que quieren masacrar al pueblo no se sabe por qué (¿por puro amor a la muerte, tal vez?). Y que hablan inglés, algo que sería normal en un western y que aquí suena a imperialismo. Pero imperialismo espacial, eso sí: los pistoleros están guiados por un dron en forma de ovni, o un ovni disfrazado de dron.

El sentido del humor, la sensibilidad clase-B, la liviandad cinéfila: hete allí las diferencias con el operativo Aquarius. La intertextualidad burbujea. A las referencias al western, que incluyen la “bajada” final de los bad guys al pueblito, se le cruzan otras: el western sangriento à la Sam Peckinpah o el spaghetti western , el gore (un rostro partido como una sandía), la ciencia ficción (un intercomunicador en el oído derecho permite a los alienígenas recibir órdenes de su nave nodriza), y, como no, Glauber Rocha: un pistolero “bueno” llamado Paquete recuerda a los cangaçeiros justicieros de Dios y el Diablo… y Antonio Das Mortes. Es verdad que a Mendonça el sentido del humor no le cae a chorros, pero al menos la despreocupación referencial permite, en el marco de una duración exagerada, que la película pueda verse como una operación de decontracción.

Un plano de desusada composición permite recordar que el realizador de Sonidos vecinos no carece de talento para el rubro. En ese plano, recortado sobre el desierto, se ve un fusil asomando por izquierda, y a medida que el arma apunta cada vez más hacia la derecha, el movimiento se ve acompañado por un corto travelling, lo cual le da una gran dinámica. Después de eso no viene nada, lo cual confirma a su vez al realizador de Aquarius como un manierista, para quien la forma puede ser un artículo de lucimiento. Sonia Braga, por su parte, luce un aspecto inusual. A años luz de Doña Flor…, de Aquarius incluso, se la ve rubiona, con raíces canosas y anteojitos de doctora, una versión femenina de Alan Mowbray en Caravana de valientes. Y casi sin un gesto de más.