“Es para verlos a ellos”. Definición de tribuna si las hay aunque no exenta de una gran porción de verdad y de poder de síntesis. Una frase que seguramente la mayoría habrá pronunciado a la salida de “El regreso de los repodridos” (Claude Zidi, 1990), “Arma mortal 3” (Richard Donner, 1993), “Starsky y Hutch” (2004), y tantos otros productos tan menores como efectivos. Una frase que además de ponderar la química de las duplas protagónicas (cuando funcionan), se puede interpretar como todo lo que la película no es, o no tiene.
Algo así puede aplicarse al estreno de “Bad Boys para siempre” porque este dueto entre Will Smith y Martin Lawrence, viene disparando desde 1995 y sigue funcionando. Empezó cuando los dirigió Michael Bay en su época previa a Transformers; cuando todavía hacía videoclips y películas de acción cuyo argumento sí podía recordarse diez minutos después de abandonar la sala. Volvieron en 2003 bajo la misma batuta. En ambos casos los dos seguían combatiendo problemas de tráfico y carteles de droga mientras disparaban balas, chistes y remates pegadizos.
Hoy Will y Martin, con 52 y 55 abriles respectivamente, regresan diecisiete años después de la última aventura. Podría decirse que el tema de la edad permitía jugar a otra cosa en un género en donde el físico es importante para el despliegue y la credibilidad de las escenas, pero si Sylvester Stallone puede reunir una brigada de musculosos del cine de los ‘80 y salir airoso, estos dos pueden estar tranquilos porque el montaje y los dobles de riesgo suelen hacer toda la magia.
Como no podía ser de otra manera, la introducción arremete con una tremenda persecución que terminará en un gag que se viene venir desde el logo de Sony Pictures. La introducción no sólo sirve para que el público vea cómo andan los muchachos de joviales, sino para mostrar también algunos nuevos prodigios técnicos en materia de cine de acción. No obstante la mezcla de sonido pone demasiado al frente la banda sonora de diálogos entre ambos en todas las escenas de persecución. Los dos actores tienen un tono vocal que no se condice ni con la música ni los efectos ni con la situación de tensión. Suenan como si en medio de la guerra estuviesen hablando sentados en el living de su casa.
Guión de fórmula. Marcus (Martin Lawrence) está retirándose del oficio. Mike (Will Smith) todo lo contrario. Lo que ninguno sabe es que Isabel (Kate del Castillo) escapa de prisión y como nueva jefa super capa de la droga da la orden a su hijo Rafe (Charles Melton) para que elimine uno por uno a todos los involucrados en la muerte de su padre, incluido Mike. Habrá enfrentamientos entre ambos y miradas de reconocimiento mutuo. Hay algo, un vínculo. Una conexión desconocida (para ellos, para el resto de la platea está todo muy claro). Lejos de ser la droga el elemento que da pie a la acción, el motor principal del guión de Chris Bremner, Peter Craig y Joe Carnahan es la venganza. Menos mal que no pretende otra cosa que entretener porque sino estaríamos frente a una mala parodia de tragedia griega.
Hay situaciones que mueven a risa en “Bad Boys para siempre” y no son precisamente por la dupla protagónica. Tal vez en este costado de la historia familiar (madre-hijo) hubiese sido más acertado no tomarse todo tan en serio. Adil El Arbi y Bilall Fallah, los directores de esta entrega, sufren de “michaelbayismo” (dícese del síndrome de la acción por encima de la historia) en grado leve gracias a la necesaria reconstrucción de la química entre los dos amigos, sin la cual no habría película. Smith y Lawrence logran sobrevivir a situaciones que van desde promesas a Dios a brujería y lo hacen porque saben perfectamente lo que necesitan sus personajes y lo que van a generar desde la pantalla. Lo dicho al comienzo de esta reseña. Eso que de vez en cuando suele escucharse a la salida del cine: “Es para verlos a ellos”