Luego de un tiempo largo como productor, finalmente el inglés Richard Raymond tuvo su opera prima. Eligió una historia real como sustento de su relato, y una cultura poco visitada desde la perspectiva anglosajona: la iraní.
Sabemos que en dicha tierra, los distintos régimenes que se han dado restringían (y lo siguen haciendo en la actualidad) severamente las libertades individuales al punto de instalar métodos no legales para perseguir a quienes se atreven a expresar sus ideas y emociones.
Aquí veremos el caso real de un joven que ama bailar, Afshin Ghaffarian (Reece Ritchie) quien después de haber atravesado una infancia y adolescencia difícil (que incluyó golpes de sus profesores incluso), llega a la universidad con ansias incontenibles de practicar danza. Y claro, las academias no son lugares seguros. Tampoco hay muchos docentes que se atrevan a desafiar las leyes, donde no está bien visto esta actividad
Pero Afshin logra armar un grupo de amigos unidos por la misma pasión, que se organizan en la clandestinidad para bailar y armar coreografías que expresen emociones, mal vistas por supuesto a la luz del régimen. Asi es que nuestro bailarín conocerá y hará pareja en la danza con la bella Elaheh (Freida Pinto) y junto a sus compañeros, intentarán llevar adelante la riesgosa tarea de exponer el arte que los atraviesa.
Lo que hay que decir sobre la historia, es que si bien es interesante, algo sucede en la manera en que Raymond desarrolla el metraje que no logra altos niveles de voltaje, a pesar de lo atemorizante que pareciera por momentos, la policía moral iraní. No ayuda, la escasa fibra que demuestra Ritchie, quien baila bien pero transmite poco. Y siendo el rol central se hace difícil de seguir con atención la historia cuando su interpretación languidece.
En cuanto a Pinto, hace lo suyo con soltura y ya sabemos que lo hace bien. El resto, aporta sólo compañía y nada más. Una cuestión que parece discutible, es el hecho de que no se defina el film ni por desarrollar la veta política a fondo, ni por generar el color en las coreografías que hacen. Esta a mitad de camino en todos los aspectos, falta fuerza y tampoco hay mucho que interese ver.
El heroísmo del artista queda desdibujado por una pobre actuación y una lavada imagen del conflicto en sí. No es un producto que deje satisfecho a la audiencia, si quieren buscar otras miradas sobre los problemas de los derechos humanos y la expresión de los jóvenes en territorio iraní, seguramente encontrarán más sustancia que en esta historia, aunque este inspirada en un caso real.