Bailarina

Crítica de Cristina Aizpeolea - La Voz del Interior

La animación franco-canadiense tiene a una niña huérfana de protagonista y es una deliciosa versión de un cuento de superación.

Una historia de sueños y superación es la que propone Bailarina, la nueva animación franco-canadiense que, con un planteo clásico y lineal, ventila sin embargo con una ráfaga de aire fresco varias estanterías de libros “ñoños” y algunos esquemas de los clásicos cuentos infantiles.

Félicie es una nena alegre y vital que tiene la energía de una ardilla aunque vive encerrada en un orfanato con severas reglas de seguridad. Su sueño es ser bailarina y para cumplirlo no le quedará otra que salir de allí. Con Victor, su encantador amigo, emprenderán entonces la aventura de llegar a la Ópera de Paris.

De una factura delicada y detallista, la fuga (y la persecución) abusa quizá de los golpes pero regala pasajes de adrenalina pura.

Dinámica y divertida, Bailarina transcurre a fines del siglo 19 en la Paris de Gustave Eiffel (es un deleite la recreación de la ciudad), pero los personajes protagónicos tienen la frescura de los chicos de hoy, que podrán reconocerse sus peleas, los juegos de igual a igual y la picardía para saber mentir un poco si el objetivo vale la pena.
Para esta nena pobre que delira por interpretar en puntas de pies el Cascanueces pero solamente cuenta con altas dosis de entusiasmo, gracia y simpatía, convertirse en una bailarina le significará mucho esfuerzo y, sobre todo, mucho ingenio. Las prácticas serán la versión femenina y animada de aquellos pasajes memorables de Karate Kid. Y ahí los que disfrutan son los adultos que llevan a las chicas y los chicos.