Baires

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

Un policial que pierde rápidamente el rumbo

 "¿Cuán lejos llegarías por amor?”, plantea el afiche de Baires, intentando lograr lo que el desarrollo narrativo no: empujar al espectador a un dilema similar al de su protagonista, Mateo (el chileno Benjamín Vicuña), quien llegó a Buenos Aires junto a su novia Trini (Sabrina Garciarena) para hacer “unos trámites personales” y, de paso, vivir una luna de miel adelantada. Ese tour idílico, que el film no hace más que subrayar con no menos de media docena de tomas aéreas de lugares emblemáticos de la ciudad, rápidamente muta en otro mucho más oscuro cuando ambos se descubran secuestrados por un narcotraficante local (Carlos Belloso, destacable en plan de malvado afectado). Que en un principio los tórtolos luzcan llamativamente calmados invita a pensar que quizá no sean dos perejiles elegidos al voleo, sino que en ese traslado ilegal podría cifrarse la verdadera razón del viaje. Pero cuando unos minutos más tarde aparezca Juanita Viale regenteando un hotel para extranjeros con look hippie chic y acento indescifrable, quedará claro que la sensación fue involuntaria consecuencia de falencias interpretativas antes que el resultado de un mandato de la dirección actoral.La instrucción es simple: Mateo deberá llevar unos cuantos kilos de cocaína hasta España y, una vez entregados, ellos liberarán a la chica. Ya en las vísperas del control policial en el aeropuerto, él tiene la suerte de cruzarse con la oficial más bondadosa del mundo, capaz de saltearse cuanto protocolo de seguridad exista con tal de satisfacerle su deseo de no subir al avión y dejarlo volver a la ciudad. La misma suerte había tenido un par de días antes, cuando el punguista que le robó la cartera a Trini cayó de boca al suelo gracias al tackle del subcomisario Nacho (Germán Palacios), que por esas casualidades tomaba un café a metros de su mesa. Y también cuando, ya regresado nuevamente a Buenos Aires, se cruce con un remisero que pasa de las puteadas a la comprensión en dos planos, dando por pagado el viaje con un par de líneas del botín. O cuando Nacho acepte ayudarlo desinteresadamente a recuperar a su chica. Y ni hablar del detalle de que ningún miembro de la pata española se percate de que nunca llegó, incluso cuando pasa casi un día desde la partida que no fue.Baires está llena de huecos, arbitrariedades, omisiones y buenas intenciones. El realizador y guionista Marcelo Páez Cubells apuesta por concentrarse en la anécdota y eludir cualquier intento de ir más allá de su carácter policial, pero yerra cuando ni siquiera la lógica de ese mundo ficcional parece importarle más que el avance de la acción. Así, el film desecha ese tono entre demodé y orgullosamente clase B que consigue sobre la mitad del metraje y en el cual parecía sentirse más cómodo para sumarle una serie de vueltas de tuerca inexplicables.