Turismo aventura en la city
“Baires” es la segunda película dirigida por Marcelo Páez-Cubells (“Omisión”), joven director, guionista y productor argentino, que debutó como guionista con la animación “Boogie, el aceitoso”, dirigida por Gustavo Cova.
Según estos antecedentes, Páez-Cubells manifiesta una inclinación por el género policial y como estudió cine en Miami, tiene aprendido un puñado de trucos narrativos con una marcada influencia de esa escuela, que lo acerca más al telefilm o a las series de TV.
Obviamente, la acción transcurre en la capital argentina y tiene como protagonista a una pareja de turistas que, en pleno viaje de placer, es captada por una banda de delincuentes que le hacen pasar las de Caín.
El dato curioso es que la parejita está compuesta por dos argentinos de origen, que se conocieron en Barcelona. Mateo (Benjamín Vicuña) emigró con su familia cuando era un niño y ahora se dedica a los negocios. De Trini (Sabrina Garciarena), su novia, se sabe muy poco, salvo que es también argentina y que le gusta vivir un poco aquí y un poco allá.
A él se lo ve muy enamorado y con ganas de formalizar, y ella no dice nada, pero se deja llevar.
La cuestión es que apenas ponen un pie en Buenos Aires empiezan a tener encuentros cercanos con la variada antropología delincuencial vernácula.
Caballeros un tanto indiscretos en el lujoso hotel, un chico punguista callejero, un policía comedido que justo andaba por ahí (buen trabajo de Germán Palacios) y como frutilla del postre, Mateo y Trini entran en confianza con un grupo de simpáticos lugareños en un local turístico de tango, donde consumen alcohol en demasía y aparentemente, por si fuera poco, son víctimas de un ataque subrepticio con la temible burundanga y finalmente, aparecen, no saben cómo, en la mansión de un capomafia no precisamente amigable.
Comienzo de la pesadilla. El mafioso, llamado Eric Le Blanc (Carlos Belloso), presenta un perfil claramente psicopático y sus secuaces también. La cuestión es que se trataría de una banda de narcos que captan turistas ingenuos al azar y los obligan, bajo presión, a trabajar para ellos. Concretamente, le exigen a Mateo que lleve una carga de cocaína a España, mientras ellos mantendrán secuestrada a su novia y el trato es que cuando el joven llegue a Madrid y entregue la mercadería, liberarían a Trini para que pueda reunirse con su novio.
A partir de allí, lo que parecía un delicioso viaje de placer se convierte en un descenso a los infiernos para Mateo. Tocado en lo más sensible, el amor que siente por su chica, más una abultada cuota de ingenuidad, el muchacho cae en la trampa y acepta el trato. Pero por el camino se arrepiente y empieza tomar decisiones alocadas que lo terminan complicando en una rara carrera del gato y el ratón, encontrando extraños ayudantes en su camino, entre ellos, la dueña de un hostel que interpreta la bella Juanita Viale. Su único objetivo es rescatar a su chica, pero... se encontrará con verdades difíciles de digerir.
“Baires” parece un manual o catálogo para advertir a turistas incautos acerca de los peligros que pueden correr si vienen de visita a la capital argentina, donde la picaresca local, a veces asociada a inmigrantes de diverso origen, abunda en triquiñuelas para hacerlos caer en redes mafiosas de inimaginables consecuencias.
La idea está buena, el problema de “Baires” es la dirección floja, lo que se nota en la precariedad de los recursos actorales exhibidos y la inconsistencia dramática en las escenas de violencia.
Es evidente que la película no pretende ser un gran thriller sino una especie de parodia de la picaresca argentina, pero no termina de definir su estilo que vacila entre un devaluado Quentin Tarantino y un no tan bizarro Santiago Segura, el de “Torrente”, claro.
Lo concreto es que no es una película ni para sufrir ni para pensar, es entretenimiento clase B, y una aproximación ilustrada al corazón de las redes mafiosas porteñas, a las que se las muestra más como una característica pintoresca que como una peligrosa organización con ramificaciones internacionales.