Derrota digna
Con Digan lo que quieran, Vida de solteros, Jerry Maguire: seducción y desafío y Casi famosos, Cameron Crowe se convirtió en uno de los guionistas y directores insoslayables y referentes de la década del ’90. Luego, entró en una pendiente con films irregulares (Vanilla Sky, Todo sucede en Elizabethtown, Un zoológico en casa) hasta llegar a la que es, sin dudas, su peor película: Bajo el mismo cielo.
Todo lo que aparecía en zona de riesgo en sus anteriores trabajos (cierta tendencia a la corrección política, al artificio y a la cursilería), pero que era siempre compensado por su sensibilidad, su clasicismo y su desbordante energía cinéfila, se siente aquí como falso y artificial dentro de una narración demasiado caótica, torpe y, para colmo, pretenciosa.
Cuesta entender cómo una película de un director y guionista consagrado, que contó con un presupuesto de 40 millones de dólares, la participación de dos majors (Fox y Sony), la presencia de más de media docena de importantes figuras (Bradley Cooper, Emma Stone, Rachel McAdams, Bill Murray, John Krasinski, Danny McBride y Alec Baldwin) y uno de los directores de fotografía top (el francés Eric Gautier) puede haber resultado tan fallida.
Es tan errática, está tan fuera de tono y de registro Bajo el mismo cielo que genera hasta ternura y compasión. Porque en una industria en la que todo está tan controlado, tan pasteurizado, tan atado a las fórmulas y al cálculo, semejante anomalía (al servicio de los caprichos y arbitrariedades de un “autor” como Crowe) resulta un caso digno de análisis: ¿Cómo pudo hacer esto? O, mejor, ¿cómo lo dejaron hacer esto?
Hay, entre varias otras cosas, un triángulo romántico (Emma Stone-Bradley Cooper-Rachel McAdams), militares al servicio de millonarios (como el excéntrico Bill Murray) y leyendas, fábulas y tradiciones propias de la mitológica zona de Hawaii.
Plagada de diálogos ridículos, sobreactuaciones y subtramas inexplicables que se resuelven a los ponchazos, Bajo el mismo cielo eleva directamente a Los descendientes (una de las películas más flojas de Alexander Payne y con la que guarda más de una similitud) a la categoría de obra maestra.
Está claro que todo lo que podía salir mal, resultó peor. Sin embargo, y sin querer resultar complaciente ni perdonavidas, siento que Cameron Crowe -un artista que me ha regalado varios momentos de gran cine- hizo una película honesta y arriesgada. Es un film casi patético, es cierto, pero hecho con convicción y corazón. Una derrota digna.