Hay algo de lo cotidiano viéndose alterado en las situaciones que viven los protagonistas de la filmografía de Cameron Crowe. Desde un manager de fútbol a punto de quebrar si se le cae su último representado, a un padre viudo cuya unión con sus hijos se puede ir al tacho si no pasa la prueba de adaptarlos a un nuevo hábitat, pasando por conflictos adolescentes en donde lo que se viene de la vida misma los aferra a lo poco que tienen.
No es la excepción esta historia de amor y de relaciones humanas plantada en un lugar lleno de mística, mitos milenarios y música con ukelele. Brian (Bradley Cooper) es un ex técnico de la NASA que hace rato dejó sus utopías para convertirse en una suerte de mercenario tecno al mejor postor. Su vida transcurre entre gigantescas metidas de pata entre el ejército y capitales privados (con riesgo físico incluido), y el constante retorno al lugar de viejos amores y sueños idílicos. Su arribo a Honolulu supone la gran ultima oportunidad para no meter la pata y retomar el camino (al menos UN camino)
A su cargo está Allison (Emma Stone), una iniciada pero entusiasta mujer del ejército que debe acompañar a Brian en este nuevo encargo. Del lado de los afectos Tracy (Rachel McAdams) es un viejo amor que ahora se casó y tiene dos hijos, pero nunca olvidó sus sentimientos. Finalmente John, un marido tan silencioso como expresivo (John Crasinski)
Esta historia de amor tiene a su favor algo que luego descarta: El emplazamiento en Hawaii con todas las posibilidades de trazar un paralelo entre la mitología, la belleza y la mística de la isla. Curiosamente la idea es descartada, pero sin abandonar la locación. Por el contrario, Cameron Crowe se decide por usar el paisaje y su gente como un mero contexto exótico para concentrarse en el cuadrilátero propuesto en el guión. Cada uno en su esquina tendrá su momento para construir con el espectador las posibilidades de progreso que puedan tener las historias que se entretejen.
La trama secundaria tiene que ver con un magnate, Carson (Bill Murray), quiien intenta colocar un satélite propio en el espaci, en acuerdo con el ejército norteamericano representado por un hilarante Alec Baldwin (General Dixon). Parece endeble o innecesaria, pero sin esto la presencia del protagonista no estaría justificada y por lo tanto no habría película.
La mejor orientación para ver “Bajo el mismo cielo” sería pensarla como esas películas “de elenco” en las cuales los trabajos actorales, y el buen diseño de los personajes, son los que deben funcionar como un relojito. Algo como lo que ha logrado David O’Russell con “El lado luminoso de la vida” (2012) o “Escandalo americano” (2013), sendas producciones merecedoras de las cuatro nominaciones al Oscar en los rubros de actuación. Huelga decir que éste estreno está lejos de las dos, pero sirve como ejemplo de la intención que tiene. Sólo así se puede trabajar esta idea: Buen elenco y buen timing en la compaginación. Si además sale alguna idea original, bienvenido sea, y si es por eso “Bajo el mismo cielo” tiene una de las escenas mejor resueltas de la última década, en la cual el silencio se usa y cae como esos chistes con remates tan bien puestos que duran en la memoria por mucho tiempo.