Apuesta por la emoción
La nueva película de Cameron Crowe (Jerry Maguire, Casi famosos, Todo sucede en Elizabethtown y Un zoológico en casa, entre otras) es una comedia. Romántica, clásica y con diálogos escritos en la senda de la screwball comedy de los años treinta y cuarenta. Es una película no preocupada por guiñar el ojo a la circulación contemporánea de películas, ni al modo tanque que inunda todos los cines, ni al modo indie que suele transcurrir de moda en moda. Es una película orgullosa de su condición casi anacrónica, de su tradición, de su elenco (ha de ser el mejor septeto protagónico en mucho tiempo), de su notoria química entre los personajes/actores.
El estrambótico argumento dice que un ex militar especialista en cohetes y satélites (Bradley Cooper), con pasado de esplendor y posterior decadencia, vuelve a Hawai y se reencuentra con su antigua novia (Rachel McAdams) que está casada con un militar. Además, conoce una chica militar singularmente radiante (Emma Stone), mientras trabaja para un millonario excéntrico (Bill Murray). Pero ese no es el argumento, es el punto de partida, o la excusa para poner a actuar las mejores armas del género: diálogos que pasan del boxeo en palabras a la seducción tersa, del enojo a la alegría, de la emoción genuina a la pose, según el cambiante humor de los personajes, que están vivos porque se insertan en un género y tienen la mirada clara, brillante, chispeante. Porque los actores parecen darles vida con la conciencia de que no hay tantas películas como ésta, con esta fragilidad encantadora, con esta apuesta por la emoción, la sonrisa constante y la risa no solamente ante buenos chistes sino también ante grandes ideas cómicas como la del hombre de pocas palabras pero que dice mucho, toda una reflexión -sin que se note- sobre el armado de un personaje y la gestualidad cinematográfica.
Además está Hawai y sus paisajes -también llegaron algunas acusaciones, según diversas correcciones políticas que sufrió, entre otros ataques, Crowe- y la musicalización siempre perfecta, pop, rock, melómana, decidida, nostálgica y a veces no tanto del director, al que ahora está de moda despreciar. Pero Bajo el mismo cielo va más allá de las modas y apuesta por una narrativa fluida, tersa, con el poder y el embrujo de olvidarse de la verosimilitud y de no preocuparse por ofrecer vueltas de tuerca. También apuesta por encontrar espectadores que sepan mirar y admirar como saben mirarse estos personajes que se enamoran y, sobre todo, enamoran.