Sobre Serbios y Croatas con una luz de esperanza
Verano de 1991. Jelena y su novio trompetista disfrutan a orillas del lago. En sus respectivos pueblos se perciben vientos de guerra, por eso la parejita piensa irse mañana a la ciudad. Pero el odio de un hermano tiene más apuro.
Es el 2001. Decenas de casas quedaron bombardeadas y abandonadas. A una de ellas vuelven Natasha y su madre. Un muchacho hará las necesarias refacciones. La chica lo aborrece. El la soporta, hasta cierto límite.
Verano de 2011. Por la ruta se ven todas casas nuevas. Dos universitarios vuelven al pueblo, para una fiesta. Uno de ellos visita por obligación a sus padres. Sobrevuela un mal recuerdo. El padre le recuerda a la madre que ella fue la instigadora. ¿De qué? Del abandono de una mujer embarazada. ¿Qué pasará hoy, que el culpable golpea a su puerta y quiere conocer al niño?
Tres épocas, tres historias, seis personajes, dos intérpretes: Tihana Lazovic y Goran Markovic. En todos los casos, un croata y una serbia, pero eso se verbaliza recién en el último episodio, como para recordarnos que aún siguen en pie las viejas diferencias. El final, seco, austero, entreabre sin embargo una puerta de esperanza para el cambio. Esperanza asentada, como de costumbre, en las nuevas generaciones.
También seco y austero es el conjunto de episodios, bien armado, bien tensado, y debidamente bien actuado, con un paisaje indiferente a las pasiones de los seres humanos, y unos perros que miran, entre curiosos y extrañados, tanta estupidez humana. Autor, Dalibor Matanic ("Lindas chicas muertas", "Cien minutos de gloria"), que tenía 16 años cuando empezó la guerra. Se estira un poco, ése es su único defecto.