Contra todos los prejuicios
Si a alguien le propusieran ver “una historia de amor entre una adolescente con un cáncer de tiroides fase IV que se ha expandido a los pulmones y un muchacho de 18 años que ha perdido su pierna derecha a raíz de un Osteosarcoma” muy probablemente lo primero que sentiría es un fuerte rechazo.
No es la primera vez que el cine y la TV se atreven con el tema del cáncer (allí están desde 50/50 hasta The Big C), pero en este caso estamos hablando de una producción de Hollywood, de “la” estrella del momento (Shailene Woodley, la revelación de Los descendientes y estrella de Divergente, muy bien acompañada por Ansel Elgort) y de uno de los más exitosos best sellers de los últimos tiempos (la novela de John Green).
El resultado, contra todos los prejuicios (incluidos, reconozco, los míos) es bastante digno ¿Estamos ante una película audaz, novedosa, arriesgada, sorprendente? No… y sí. Tiene sus momentos ridículos, sus golpes bajos, sus excesos edulcorados (como los aplausos de los turistas cuando ellos se besan en la casa de Anna Frank), su pintoresquismo cuando los protagonistas se pasean por Amsterdam y miles de posibles reparos. Pero, al mismo tiempo, es una película digna, auténtica, sentida, cristalina, de esas que no esconden ni su costado cursi ni su búsqueda de emocionar y concientizar. Un tearjerker en todo su esplendor… (y con varios momentos divertidos).
El cinéfilo más purista, el espectador más escéptico, seguramente odiará muchos pasajes del film (hay varios colegas que huyeron en la mitad de la proyección), se sonrojará viendo a los “lynchianos” Willem Dafoe y Laura Dern trabajando en un producto de este tenor, pero Bajo la misma estrella es una historia de amor hecha y derecha, que al mismo tiempo nunca banaliza los alcances y los efectos de las enfermedades de sus personajes principales (hay una sucesión de radiaciones, quimioterapias, resonancias magnéticas, cirugías, tubos de oxígeno y todo tipo de medicamentos).
La voz en off nos advierte en el comienzo de que estamos ante “una historia triste” que no será “suavizada como en las películas”. Es cierto que esa voice-over recurrente en algún lugar funciona como elemento tranquilizador, pero no molesta dentro de un film sintoniza a la perfección con ciertos sentimientos que afloran en los chicos de hoy como la necesidad de ser reconocidos, a no ser olvidados, a refugiarse y sentirse contenidos entre sus pares.
Es cierto que, en ese sentido, esta comedia romántica (y oncológica) tiene algo de manual de autoayuda, pero aun con sus excesos lacrimógenos, su profusión de baladas desgarradoras y sus frases de poster (el “pequeño infinito” al que se alude en la relación entre sus dos héroes), Bajo la misma estrella nunca deja de ser genuina, potente y emotiva. A dejar, pues, el cinismo de lado. Al menos por esta vez.