Si viste Bajo la misma estrella y pensaste que es una seguidilla de clichés de lo más empalagosos no vas a coincidir ni un poco con esta crítica, lo mismo si aún no la viste y ya por el poster y la sinopsis pensás que la vas a pasar mal mientras acompañes a tu pareja.
Ahora bien, si la disfrutaste o intuís que la vas a disfrutar seguramente encontrarás muchas coincidencias.
Bajo la misma estrella es una película tan hermosa como necesaria. ¿Por qué necesaria? Porque esta generación estaba pidiendo a gritos una Love Story (1970) contemporánea en donde pueda verse en los personajes. Porque si bien la historia de Hazel y Augustus es triste y lacrimógena, aquellos espectadores que han tenido la fortuna de amar a alguien (en el sentido romántico de la palabra) se verán totalmente identificados en la manera en la cual se comunican y se expresan.
También pasa algo extraño con esta película, porque con un libro sobre escritura de guión y estructura de un film se puede decir tranquilamente que este estreno “es de manual”, pero aún así logra hacer olvidar esas formalidades incluso a los más cinéfilos.
La química que hay entre Shailene Woodley (nueva actriz fetiche de las coming of age movies) y Ansel Elgort traspasa la pantalla e inunda a todos, incluso a los fans más acérrimos de la novela en la cual se basa la cinta.
Ambos actores están geniales y les creés en todo momento. Te hacen reír y te hacen llorar (mucho).
Dato no menor que a tan solo dos años de su publicación -y sin tratarse de una saga- se ha convertido en un éxito tremendo.
Sin dudas que este es el puntapié inicial para más adaptaciones de YA novels (novelas para jóvenes adultos) donde los protagonistas no se encuentras en un futuro distópico ni son criaturas sobrenaturales.
Volviendo al film, las cuestiones técnicas son correctas y la verdad no se puede destacar nada del laburo del director Josh Boone, quien hace poco nos deleitó con Un lugar para el amor (2013), más que una rápida edición y un gran criterio para ensamblar la banda sonora.
Bajo la misma estrella nos recuerda que disfrutar de las historias en el cine es lo más lindo que hay porque te olvidás de todo. Más aún cuando te enamorás de los personajes, cuando los llorás y cuando, una vez terminada la película, los extrañas.
Si van a verla no se olviden los pañuelitos…