Otra “Love Story” que repite sin pedir perdón
El público adolescente y tardoadolescente al que va dirigido este melodrama puede salir satisfecho. Gustará a los fanáticos del lacrimógeno libro en que se basa, y también a aquellos que hasta hoy ignoraban su existencia, pero saben todo sobre la parejita protagónica, Ansel Elgort y Shailene Woodley, es decir, los hermanitos de "Divergente", que aquí hacen de amigos en las malas hasta que terminan conociendo lo que es la buena. O sea, se enamoran y deciden concretar.
El detalle es que tienen ciertos problemitas físicos. El perdió una pierna y ella respira con dificultad. Pero eso no es nada comparado con sus problemitas de salud. Ambos tienen cáncer.
Cierto que ella disfruta de una eficaz droga experimental, él tiene un carácter ostentosamente positivo, y ambos son brillantes, divertidos, consentidos, y hasta pueden darse el lujo de viajar hasta Holanda a conocer al escritor preferido de la chica. Pero la vida no les sonríe ni les canta así como así, y encima el otro ni siquiera los recibe bien. La sombra de la muerte cae sobre ellos demasiado pronto. Y después de la sombra, lo más probable es que venga la muerte.
¿Conviene alentar el cariño del ser amado, sabiendo que habrá de quedarse solo y dolorido? Amor propio, amor al otro, declinación física, despedida, evocación, etc. Por ahí va la historia. Que, entre otras cositas, abusa de fondos musicales, momentos para la foto y frases para el poster.
Y con todo eso engancha muy bien a su público, nieto natural de aquel que hace casi medio siglo lagrimeó con "Love Story". Dicho sea de paso, en ambas historias hay un adulto que se arrepiente tarde, y otros detalles parecidos. Pero "la vieja" tenía música de Francis Lai, y era comparativamente más realista. En fin, cada generación se emociona como mejor le gusta. Director, Josh Boone. Libretistas, Scott Neustadter y Michael H. Weber, sobre best-seller de John Greene, que hoy, con esa novela llevada al cine, se pone a la altura de Erich Segal. Pero no más arriba.