Cine que protesta, cine que apoya.
Bajo mi piel morena es una película dirigida por José Celestino Campusano, realizador de obras como Vil Romance, Hombres de piel dura y Vikingo. En este largometraje, Campusano apunta a visibilizar las problemáticas que enfrentan a diario el colectivo de travestis y transexuales en una sociedad que tiene por costumbre el rechazo y el prejuicio.
Acá seguimos a Morena (Morena Yfrán) una mujer trans que vive con su madre en Avellaneda, zona sur del conurbano bonaerense. Ella trabaja en un taller textil desde muy temprana edad, donde sufre el acoso y maltrato verbal de un compañero al rehusarse a tener acceso carnal.
También seguimos un poco menos de cerca a su amiga Claudia (Maryanne Lettieri) una mujer trans que se ha recibido de profesora y está por iniciar su carrera como suplente en un colegio de la zona. Y por último también conocemos la historia de Myriam (Emma Serna), la joven y bella prima de Morena que al contrario de ella, sí ejerce la prostitución.
Todas ellas, a pesar de sus grandes diferencias, se topan con un mundo cargado de prejuicios donde la discriminación es constante y donde la desprotección y el rechazo son moneda corriente. Pero en sus vidas también hay pequeñas victorias que, por más mínimas que sean, las ayuda a mantenerse en pie en un contexto hostil que se encuentra cargado de maldad.
Bien podría caer en la crítica tradicional sobre la dirección actoral, o sobre el guion que por momentos se nota forzado, o tal vez sobre las actuaciones secundarias que no alcanzan el mismo nivel que las principales; entre otros demás elementos en los que suelo centrarme al momento de escribir una reseña. Pero, a fin de cuentas, siento que esta película no busca que hablemos sobre ello, a pesar de que no haya error técnico que impida que esta se desarrolle con total libertad.
Es decir, estamos frente a un largometraje necesario donde Campusano no solo ofrece la oportunidad de visibilizar la discriminación constante o las dificultades en el trabajo, sino que también otorga las oportunidades necesarias para que nuevos talentos emergentes de diferentes colectivos sociales, se den a conocer. Además, de esta manera afianza el relato gracias a la originalidad de las anécdotas verídicas, las cuales son generalmente aportadas por testigos presenciales.
Este es un cine que intenta permanentemente salirse de cualquier tipo de encasillamiento. Incluso se podría entender como una especia de militancia audiovisual por lo diferente que resulta ser. En otras palabras, hay un fuerte compromiso con ir más allá de lo que el resto se anima a mostrar, construyendo así un espacio de discusión sobre temas que suelen estar ausentes en el cine argentino y, a la vez, mostrar cómo estos conflictos suelen amplificarse cuando se trata de clases sociales más desprotegidas.
No es fácil visibilizar la realidad de mujeres trans. En Bajo mi piel morena se habla sobre la decisión de construir y habitar una identidad, del derecho a ser respetada con la franqueza y la libertad que esto implica, de la necesidad existente de una mirada con afecto real. Campusano logra transmitirnos la esencia de la lucha de estas mujeres sin caer en facilismos básicos.
Y es por eso que Bajo mi piel morena funciona como una película sencilla y entrañable en donde se utiliza el recurso de lo rutinario para demostrar todos estos conflictos constantes y a la vez, para abordarlos bajo una mirada más cercana, ya que la única búsqueda de estos personajes reales es simplemente lo que queremos todos y todas: ser respetadas. Aunque la diferencia reside en que para ellas, ese anhelo es el de todos los días.