El útimo film de Alex de la Iglesia, presentado por Claudio Minghetti con una introducción valiosa, resultó ser un film cargado de controversia, de aquellos que de realizar una rápida apreciación a minutos de verla sería desacertado, de hecho muchos colegas a la salida de la sala continuaban procesando el calibre de material que el film presenta.
La historia va de un grupo circense vinculado a acontecimientos políticos acaecidos en España, referenciales a la época dictatorial de Franco, de enfrentamientos armados, terrorismo de Estado y una faceta histórica que por más que hayan pasado contadas décadas producen controversia y heridas no cerradas, el tono del film es grotesxo. A partir de la metáfora, de la Iglesia entrevera que en el mundo casi todos somos payasos o bien podríamos serlo, en todo contexto social, político y humano podríamos ser representados por una de éstas figuras aquí presentadas con tristeza o alegría, con vínculo de mordaces situaciones, violencia por doquier, seres sombríos, activistas, pesimistas, en fin, una amalgama de personajes referenciales.
Cargada de violencia, sin llegar al extremos que representó en su carrera el film Perdita Durango, de la Iglesia se atreve a ir más allá sobre el apartado de convicciones standares. Santiago Segura realiza una participación como el Payaso Tonto, a quien su hijo ve tenér que enlistarse para combatir, ser apresado y morir, acto disparador de la psicología del personaje principal, el de un payaso que no atrae, no hace reir y no encaja entre sus pares. El submundo circense es presentado como una sociedad en su conjunto.
Por su lado, la caracterización de Antonio de la Torre es apabullante, personaje a quien le encomiendan un importante peso de violencia verbal, física y sexual. Entre los personajes secundarios se destacan Sancho Gracia quien había participado con el director en 800 Balas y Carolina Bang como el eje de atracción entre dos personajes opuestos.