Balada triste de trompeta

Crítica de Kekena Corvalán - Leedor.com

Alex de la Iglesia (Bilbao, 1965) vuelve al ruedo recargado, con una película exquisita y dando lo mejor de sí. Este licenciado en filosofía emprende con Balada triste de trompeta su décima película, punto de inflexión de una filmografía con momentos distintos pero consecuente consigo mismo, comenzada en 1993 con Acción Mutante.

Luego seguirán El día de la Bestia (1995), Perdita Durango (1997), Muertos de risa (1999), La comunidad (2000), 800 balas (2002), Crimen ferpecto (2004), Películas para no dormir (2006) y Los crímenes de Oxford (2008). Actualmente rueda La chispa de la vida, protagonizada por Salma Hayek y José Mota, y ha hecho a través de twitter una suerte de diario de filmación.

Desde 2009 hasta febrero de 2011 se desempeñó como Director de Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Renuncia por estar en desacuerdo con la llamada ley Sinde (Ley de la Economía Sostenible), cuyo principal objetivo es establecer formas de castigo a la piratería en el ámbito digital, en tanto favorece la creación de una Comisión de Defensa de la Propiedad Intelectual con facultades de censurar sitios de internet, llegando incluso a cerrarlos, sin actuación judicial ninguna.

Sobre ese debate, que es central en la gestión cultural global, tuvo su nota en leedor.com, y puede leerse en este enlace.

Balada Triste de Trompeta, se exhibió en Pantalla Pinamar el domingo 6 de marzo, en una sala repleta de público, que ya había dado muestras de fidelidad en el caso de la proyección anterior, la india Dhobi Ghat, Diarios de Mumbai.

La presentación de este estreno absoluto de la película en tierra argentina no contó con la voz del director o de su elenco, ni siquiera de la producción o el guionista. Más que interesante en medio de la polémica por la piratería y el cine online a la que aludimos, la película fue presentada por una representante de su distribuidora.

Es una película que ya cuenta con un excelente reconocimiento al haber obtenido el León de Plata a la mejor dirección y el premio al mejor guión en la Mostra de Venecia de 2010.

Protagonizada por Carlos Areces (Muchachada Niu en TV2, cómico e historietista) y Antonio de la Torre (Gordos, AzulOscuroCasiNegro), que encarnan a dos payasos (el tonto y el fuerte), que trabajan en pandam. Su relación conforma un triángulo amoroso al estar ambos enamorados de la trapecista, interpretada por Carolina Bang (Los hombres de Paco, Canal7).

Esta pequeña historia podría ser en manos de Alex de la Iglesia una de sus maravillosas comedias negras, aludiendo a todo un género de payasos darkis de la historia del cine: desde el guasón (Heath Ledger a la cabeza) hasta Chuky, el muñeco maldito, desde El fantasma de la ópera hasta IT (Stephen King, 1990), como los casos más difundidos de una larguísima serie de casos más o menos bizarros, la fascinación de estos seres orientados al público infantil también radica en su frontera con lo siniestro.

Sería una película más si no fuera porque se enmarca de 1937 y 1973, desde el final de la Guerra Civil Española hasta la muerte del que estaba llamado a ser el sucesor de Francisco Franco por dictadura hereditaria, Luis Carrero Blanco, hecho evitado por un atentado de ETA el 20 de diciembre de 1973, que marcó el proceso de desmantelamiento de una de las etapas más oscuras de la historia moderna.

Así, en ese diálogo entre la microhistoria y la Historia grande, entre el andar cotidiano de la gente común, la tragedia dialoga con su motor mayor, contradiciendo, avalando, explicando o coqueteando al azar.

El conflicto de estos dos payasos se entiende con el telón de fondo de la tragedia española tan bien dicha en los versos de Machado, españolito que vienes al mundo te guarde Dios, y dimensiona el sentido que puede tener la vida privada como grano de arena, conformando el subsuelo humano del gran circo histórico.

La estafa del gran Lute, héroe nacional, la imagen de Dalí como el gran demiurgo frente a un surrealismo imperante, el Valle de los Caídos y su arquitectura fascistoide (acentuadas de un modo expresionista y contundente con todo su art decó), “Marcelino de cabeza, marcándole a Rusia un gol”, Telly Savalas en Koyak, y el momento de mayor impacto dramático de la película, la puesta en abismo del cantante Raphael, en la película "Sin un adiós", (1971) cantando en la pantalla grande “Balada triste de trompeta”, (verlo en http://www.youtube.com/watch?v=Ipi9pFoIMS0) hacen de esta película memorable por los usos más inteligentes de la cita como modo constructivo de la contemporaneidad, mero recurso esteticista en tantos casos, y formador dramático en este, que organiza un guión perfecto que abre y cierra. Claro está, hay que decirlo, con una dirección excelente.

No queremos contar mucho de la película, ni dar clases de cómo interpretarla. Sólo recomendamos que vayan a verla; su estreno en Buenos Aires está garantizado por Distribution.

Y como detalle político no menor, porque reafirma la idea de que el pasado es algo vivo, que siempre vuelve, y por más decisión de anularlo o darlo por superado, aflora y cuenta otra historia, dándonos incluso la chance de hacer justicia mediante la memoria y el conocimiento de sus hechos enviados al olvido.

Hay que verla porque es una obra de arte, porque es cine del mejor y porque implica muchas vueltas de tuerca: al tratamiento cinematográfico de la historia fáctica (en algún punto tiene coincidencias en esto con Bastardos sin Gloria, que pareciera inaugurar una etapa nueva en la construcción de este dispositivo que llamamos “realidad ficción”), al propio historial creativo de Alex de la Iglesia, al propio género de la comedia negra.