Como si se tratase de una larga nota en trompeta, la última película de Álex de la Iglesia tiene un comienzo potente. Un circo intervenido en la búsqueda de milicianos, un payaso armado con un machete y cientos de soldados de un bando y el otro que caen abatidos por las heridas frescas de la Guerra Civil española. El sonido de aquella nota podría acabar extinguiéndose y provocar la sensación de que esta fue perfecta, pero el trompetista, ansioso por demostrar la resistencia de sus pulmones, trata de estirarla al punto del agotamiento. El músico acaba por ofrecer un resultado altamente irregular, con un gran arranque que recupera su fuerza de a ratos, pero que cada vez con más frecuencia demuestra la falta de aire. Así es esta Balada triste de trompeta.
Pienso que se trata del primer filme del director español que se adentra en forma tan directa y franca en cuestiones políticas. Y es probablemente este objetivo de abarcar todo el espectro de posibilidades lo que acaba perjudicando lo que son grandes partes que fallan como un todo. Un niño que sólo ve en la venganza la posibilidad de ser feliz otra vez, un payaso asesino que queda involucrado en distintos acontecimientos de la historia política española y dos payasos de circo en un duelo a muerte por el amor de una misma mujer. Es difícil de explicar que estas tres líneas argumentales sean para un mismo personaje, pero esto sucede con Javier, condenado desde pequeño a una vida de infelicidad. El contenido histórico político y el romántico trágico no mantienen un equilibrio, es lo uno o lo otro, y esta unión a presión acaba restando potencia a una película que de a ratos ofrece secuencias de antología.
De la Iglesia otorga un proyecto estéticamente impecable que da lugar a aquellas genialidades, Santiago Segura disfrazado de payaso mujer matando enemigos de otros con un machete es una de las tantas, que habitan su filmografía desde sus inicios. El primer guión en solitario del director es ambicioso, demasiado cabe destacar, pero a fin de cuentas original y arriesgado. Por momentos da placer, de a ratos produce hastío, tal y como una larga nota de trompeta que elige su destino sobre la marcha.