Mónica Galán se despidió del mundo del cine con una de sus mejores interpretaciones en "Baldío", de Inés de Oliveira Cézar, un drama tan personal y profundo como arrollador. La película comienza y sabemos que será la última vez que la veamos en pantalla, por lo menos en un rol protagónico. Esos ojos tan hondos y expresivos, la mirada cargada de un triste carisma, acompañada del gesto siempre adecuado.
Mónica Galán, una gran actriz argentina que se nos fue antes de poder ver estrenado su gran trabajo en "Baldío", la poderosísima nueva película de Inés de Oliveira Cézar.
La actriz de "Un mundo menos peor", tuvo menos protagónicos en el cine de los que hubiese merecido; y haberse despedido del séptimo arte con un protagónico absoluto como el de "Baldío", y conociendo la génesis de la misma, es todo un hecho celebratorio. Los créditos nos informan dos datos interesantes, "Baldío" está basada en un historia real, y la idea es de la propia Mónica Galán, que la rodó sabiendo que pronto partiría.
Inés de Oliveira Cézar y Mónica Galán eran amigas; y así, entre todos estos estos datos vamos comprendiendo este gran regalo que significa la película con la que la directora de "La otra piel" se presentó en la última edición del BAFICI y ahora estrena comercialmente. Galán se caracterizó por interpretar a mujeres de apariencia fuerte, enteras, y fragilidad interna.
Una definición muy a grandes rasgos de lo que es su personaje en "Baldío", un drama personal, universal, enmarcado en un contexto muy particular. Esta es una cinta que habla de feminismo, de cuestiones de clase, y del cine dentro del cine. Cada fotograma es un gran homenaje al cine clásico. Brisa (Mónica Galán) es una actriz en pleno rodaje de un policial que la tiene como protagonista.
Deambula por el set permanentemente en personaje, con esa peluca rubia platinada que el penetrante blanco y negro de Baldío hace notar de modo encandilador. Su presencia se impone en las discusiones con el director (Rafael Spregelburd), y en sus disposiciones de diva pata llegar tarde al set, retirarse cuando quiere, y no saberse la letra a tiempo.
Ahí ella es la estrella, y nadie va a robarle el cartel. Pero las luces de la cámara se apagan, y Brisa deja de ser esa diva imponente con rímel cargado en los ojos, para ser una mujer divorciada de Félix, un hombre ausente de sus responsabilidades (Gabriel Corrado), y una madre acorralada. Si a la Brisa actriz no hay nadie que le imponga algo en el set de filmación; en su vida afuera, es su hijo, Hilario (Nicolás Mateo) el que la tiene desconcertada.
La primera vez que la vemos con su hijo, en una icónica escena, pensamos que Brisa se está apiadando de un linyera, y algo de eso hay, sólo que es su hijo. Hilario es un drogadependiente que vive en la calle, y sólo acude a su madre cuando necesita de su ayuda desesperada. Le ruega, la tortura en lamento, le promete una mejora… en vano, cuando esta lo interne, una y otra vez, Hilario no quiere, y se escapa, y otra vez comienza la rueda.
"Baldío" no presenta víctimas y culpables, todos son de algún modo víctimas. Hilario manipula a Brisa, pero lo hace desde su postura que también es extremadamente frágil e inestable, y carga con el dolor del desamparo y una personalidad débil. Brisa también se siente culpable por lo que atraviesa y atravesó su hijo, y por eso va a estar ahí una y otra vez, aunque le diga que no, y aunque lo odie, siendo que en verdad lo ama.
Hilario es el espejo de su fracaso, pero también es el reflejo de su amor maternal; y en esa actriz que en el set parece inquebrantable comienza a transparentarse el por qué de ese comportamiento tan altanero. Alguien tiene que pagar el descargo.
Mientras más en la banquina está su vida personal, más dura y caprichosa es Brisa en el set. Allí también, en ese rodaje, estará la que será el centro de las descargas para Brisa, Noe, una asistente interpretada por María Fuigueras. Siempre el hilo se corta por lo más fino. "Baldío" no recurre al lugar común. Al hablar de drogadicción se suele recurrir a la marginalidad clasista, al barrio bajo, expuesto como escoria; o una clase alta que desbarranca pero con glamour.
Hilario es un ser marginal, pero proveniente de un ambiente que nada tiene de barrio bajo. Es una realidad que existe, y que rara vez se la muestra así. Madonna nos rezaba allá por inicios de siglo ¿Sabes lo que se siente ser una mujer en este mundo?
"Baldío" tiene una posible respuesta. A la mujer se le exige en todos los planos, el hombre puede borrarse, armar una nueva familia, y comenzar de cero, la mujer es la madre que no abandona, y también es la profesional que tiene que imponerse en un mundo de hombres. Inés de Oliveira Cézar realiza una declaración de principios, fuerte, sin recurrir a lo declamatorio, recurriendo a la poética noïr del fundido a blanco y negro.
La directora encuentra la calidez en esos tonos de profundo contraste, da clases de composición de cuadro, y no descuida ningún detalle, desde la música, el vestuario, y la escenografía. Todo es exacto. Lo de Mónica Galán es conmovedor, la cámara de su amiga la ama, y la retrata en gestos de muchísimo dolor, de compasión de madre, de desesperación, y de frágil mujer detrás de una máscara de actriz de carácter. Cualquier halago que se le pueda hacer será insuficiente para esta desgarradora interpretación.
Nicolás Mateo también logra una actuación enorme, Hilario es un personaje muy difícil y lo compone sin estereotipos, con realidad, crudeza y dramatismo. María Figueras tiene un rol mucho más chico, pero a la protagonista de "La otra piel" le alcanza para demostrar su gran talento frente a las cámaras en contadas escenas.
"Baldío" penetra desde su cinefilia, desde su humanidad, desde esa realidad en la que expone un drama universal sin caer en el estereotipo de clase, desde la creación de los personajes y los actores que le ponen el cuerpo. Inés de Oliveira Cézar logró su mejor trabajo hasta la fecha, y es justo como un homenaje para esa amiga y gran actriz que se despidió en lo más alto. Por todo esto, y más, "Baldío" es una de las mejores películas del 2019.