La incertidumbre corroe el alma
Inés de Oliveira Cézar, de una filmografía cargada de personajes femeninos (La otra piel, Cassandra), estrena Baldío (2019) y ofrece una vez más a una mujer esta vez en el tránsito de la incertidumbre que la corroe.
Brisa (Mónica Galán) protagoniza una película en rodaje mientras atiende las emergencias de su hijo, adicto a las drogas. En las acepciones de la palabra “baldío” se encuentran la de terreno abandonado, pero también la de esfuerzo vano. Esta última con un sentido esencial para la historia. Ubicada en el punto de vista de una madre invadida por todo el dolor y el miedo colateral al amor, y de sentir que su propio hijo se le escapa de las manos.
El blanco y negro es todo melancolía, y aún más con la inevitable añadidura de pensar que Mónica Galán la filmó con la certeza de que era una despedida. Las fibras sensibles se movilizan por todos los frentes pero lejos de los golpes bajos, la película transmite mucha fuerza.
Hace foco en el punto de vista de quien acompaña y siente el resabio de una enfermedad que no padece pero que inevitablemente la modifica. Lo íntimo, lo social y lo profesional se alteran y se vuelven un peso insoportable. Baldío tiene todo para atravesar la pantalla y apelar a la empatía en carne viva.