La mejor de todas Juanas. Bravas mujeres (2020) recupera la vida de Juana Rouco Buela y su camino por la militancia anarquista, pero fundamentalmente por su lucha por los derechos de las mujeres. La directora Sandra Godoy encuentra en esta historia pasada una correspondencia posible entre la fuerte marea verde de los últimos años. Se narra el relato autobiográfico de Juana publicado en el año 1964 y se reconstruyen los primeros momentos de la participación de mujeres en la luchas obreras de Argentina de las primeras décadas del siglo XX. Confluyen sensaciones de cercanía y distancia con la actualidad en el paisaje que se recuerda. Entre los textos se cuelan escenas animadas, material de archivo y entrevistas con testimonios vivos de sus compañeros de lucha o sus descendientes. La película encuentra momentos de planicie y no encuentra el carácter y la presencia que su propia protagonista le ofrece con su agitada vida, sin embargo es evidente la admiración genuina por Juana. La evolución en cuanto al feminismo y su reverbero en la construcción de una agenda que reconsidere la violencia sexual y las distintas violencias patriarcales son el punto en el que nos encontramos hoy, y Juana Rouco Buela fue vanguardia y es testimonio del camino recorrido no solo propio, sino colectivo. El documental, a partir de lo reconstruido, la imagina hoy de frente al feminismo que tomó las calles en los últimos años.
El puerto final Ignacio Busquier estrena a través de CINE.AR su ópera prima Caballo de mar, la película póstuma del protagonista Pablo Cedrón. Con mucho suspenso y algunos problemas en el desempeño de la narración. Un marinero (Pablo Cedrón) con apariencia cansina y desesperanzada toma vino de un vaso de vidrio en el bar de un pueblo portuario. Otro se le acerca y le pide un favor extraño, le dice que se va a ir y que, si no vuelve en veinte minutos, el marinero debe llamar a un número que le deja anotado en una servilleta y avisar "Leo no va a volver". Parece una misión sencilla pero todo cambia y Rolo, nuestro protagonista, termina involucrado en una situación oscura. Y de repente pierde su barco y un policía (Alfredo Zenobi) lo presiona para que encuentre al desaparecido Leo, de lo contrario él mismo será acusado de robo. Por un lado la atmósfera se vuelve nostálgica por poder ver una vez más en pantalla a Pablo Cedrón con la vitalidad que el cine tiene la capacidad encapsular para que nos olvidemos por un rato que el actor falleció ya hace varios años. Pero por otra parte, no es solo este sentimiento aflorado lo único que puede sostener el relato. Caballo de mar se entusiasma con lo no dicho a tal punto que peca de cerrada y bloquea el acceso del espectador. Por lo mismo los personajes se tornan llanos y las líneas dramáticas desdibujadas. Y mientras que la construcción visual es interesante y sólida, lo musical desentona. La película crea lo que aparentemente es su propia femme fatale acorde a la historia interpretada por Ailín Zaninovich. Sin muchos más condimentos la narración avanza a ciegas hasta desatar el nudo en los últimos minutos.
Justicia poética Lluvia de jaulas (2019) es la quinta película de César González, que se encuentra disponible en VOD, y una vez más se introduce en el mundo de las villas, y retoma reflexiones pasadas sobre las distintas violencias del contexto. Las jaulas son las múltiples prisiones en las que se ven inmersos los jóvenes de los barrios. La represión y el delito como fragmentos de una realidad más compleja. El registro es vivo y se construye en compañía de la poesía como una forma de que la belleza conviva con la violencia. También es una forma de seguir reforzando esta especie de cruzada del director contra los modos de representación que refuerzan el lugar cliché que estigmatiza. El trabajo sonoro y musical acerca las imágenes a un sentido más onírico, y se replantea los cánones estéticos, incluso hasta interpela las poesías que se autoperciben como disruptivas. El resultado significa una justicia poética que se le debe a estos sectores a quienes ciertamente se les atribuye la potestad del mal. Demuestra que la violencia es una fuente inagotable de reflexiones, que cuando se le da entidad a las voces como protagonistas de su propia realidad surgen las verdaderas inquietudes soslayadas detrás de la maraña mediática. Una mirada sensible, necesaria y comprometida con la lucha artística como hecho político.
¿Sabés qué son los entuertos? Amparo Aguilar toma la responsabilidad de hacer voz una porción silenciada sobre la experiencia de la maternidad. En una actualidad en la que el feminismo también redefine nuestra forma de ver y hacer cine, Malamadre (2019) abre un canal de diálogo usando las herramientas más poderosas que nos puede ofrecer el formato documental. Varias mujeres se sientan frente a cámara y revelan sentimientos muy íntimos y escabrosos que vivieron desde el parto y a través de los años junto con sus hijos e hijas. Y ponen sobre la mesa todo el amor que les representa la maternidad a la par de las contradicciones sobre este rol. Ellas de alguna manera se plantan a romper el “deber ser” que impone un ideal de crianza como único válido y que de ser inalcanzable arrastra a la culpa de no “poder ser”. Si bien en la ficción cada vez más aspectos reales de la maternidad tienen representación (fundamentalmente el agotamiento), es ineludible que la potencia del testimonio documental atraviesa cualquier duda que pueda generar otro tipo de película. En el relato documental la “idea” se hace carne y tiene una voz que se extrae directamente del mundo real. ¿Sabés qué son los entuertos? ¿una episiotomía? ¿la violencia obstétrica? ¿sabías que las mamas pueden sangrar durante la lactancia? ¿en qué consiste la depresión pos parto? ¿le pediste a alguna mujer que te describa su experiencia de parto y pos parto en detalle? Las mujeres atraviesan sus años de maduración con el conocimiento de que podrían potencialmente transformarse en madres, básicamente porque gestar es una capacidad de nuestros cuerpos. Pronto como adultas jóvenes nos empiezan a hablar de la maternidad en tanto a nuestros propósitos al respecto, a veces nosotras y a veces nuestro entorno comienza a imaginar o desear un futuro en el que somos madres. Sin embargo, es poco y a veces nada lo que se habla sobre las dificultades, dolores y alteraciones a la salud mental que también son parte de ese proceso. Este ejemplo además no abarca de ninguna manera las realidades en donde la falta de educación, recursos y herramientas marca otros caminos muy diferentes para las mujeres y la maternidad. Las verdades a medias, como sostiene Amparo Aguilar, “generan mucho más fantasma que cuando se puede hablar e incorporar” y esta película es una oportunidad para destapar la olla y descubrir que hay realidades silenciadas por culpa, por vergüenza o simplemente porque no hay espacio para desahogarlas. Malamadre enfatiza en la idea de ser un canal de diálogo, pero su postura también se encarga de hablar de ternura y amor como parte de un todo indivisible. No habla de la maternidad como un monstruo al que desde ahora hay que temer, pero se hace evidente la necesidad de resolver la falta de contención para atravesarla de una forma más sana.
Cazar al puma La vida en común (2019) es el segundo largometraje de Ezequiel Yanco, en el que hizo confluir sus costados de historiador y cineasta en un híbrido entre documental, ficción y también pinceladas experimentales. Un puma acecha Pueblo Nación Ranquel en el que cazar es un rito de pasaje, y los chicos más grandes quieren matarlo. Pero Uriel, más chico, decide tomar otro camino. Como en su película anterior, Los días (2012) se acerca a observar la infancia y los umbrales hacia el crecimiento, pero esta vez con una premisa muy diferente que tiene que ver con reconstruir y evocar las huellas de la conquista del desierto en ese territorio y su población. La película se filmó en una comunidad indígena de San Luis en donde el estado provincial construyó veinticuatro carpas de cemento en medio del desierto. Un campamento moderno al que se mudaron los ranqueles de las ciudades vecinas. Es el origen de una comunidad, y de una escenografía que también es protagonista de la película al igual que Uriel con su temple que lo hace hipnótico y su voz en off indiscutible. Entre el arco narrativo se filtran los conflictos cotidianos de la propia comunidad en un sentido político y cultural que atraviesa la superficialidad y permite una acción de conocer más honesta. Con una cadencia a la que se accede con mucha paciencia se construye entre los niños, los perros y el puma un triángulo que a medida que avanza se transforma en algo misterioso y mágico dentro del registro naturalista y despojado.
Fecha de vencimiento para soñar Los Knacks: Déjame en el pasado (2018), explora en un largo recorrido los costados profesionales y humanos de una banda argentina que logró lo que pudo, a pesar de las expectativas de sus integrantes. Los directores Mariano y Gabriel Nesci se encuentran con Los Knacks, un grupo de jóvenes que a fines de los 60 cantaban rock en inglés subidos a la ola estilística de The Animals o los Beatles, pero en Argentina. El documental comienza contando la corta historia de esta banda que tuvo que poner en pausa su escalada cuando la dictadura de Onganía impuso un carácter estético más nacionalista y suprimió la posibilidad de que Los Knacks siguieran cantando en inglés. Esta pausa se transformó en décadas y estos directores llegan, no solo para reconstruir su pasado, sino también para conocerlos y seguirlos en un extraño intento por volver al ruedo. Las anécdotas, curiosidades con lo divertido y vertiginoso del recuerdo, toma otro sentido cuando la película profundiza sobre las grietas nostálgicas de ese deseo que aún añoran. Sentirse como un joven de veinte años y palpitar las mismas pasiones que en aquel entonces choca de una forma abrupta con la realidad de un físico de más de sesenta años. ¿Qué pasa cuando el cuerpo marca la cancha? Cuando se cae en la cuenta de que el deseo más fuerte no puede contra la imposibilidad más concreta y dura. El mundo parece ponerle una fecha de vencimiento a la posibilidad de soñar de estos hombres. La película madura minuto a minuto y va retratando capa por capa de una realidad que va mas allá de la finitud profesional, sino que es sobre lo finito de la vida humana y la incógnita de cómo vivirla. La vejez y la juventud dialogan a lo largo de la vida entera, se resignifican, se interpelan sin pausa y en constante retroalimentación. Los Knacks: Déjame en el pasado hace un recorrido de maduración igual que sus personajes. Va cambiando y transitando ese mismo proceso de reflexión mientras sucede.
Será ley Hace muy poco tiempo el 72 Festival de Cannes se tiñó de verde con la presentación de Que sea Ley (2019) en la sección Special Screening. La película de Juan Diego Solanas es hoy un eslabón más en la cadena de acciones para sostener el latido de la lucha y no dar ni un paso atrás. El punto de partida es la media sanción en la Cámara de Diputados. Luego de años de presentar el proyecto, por primera vez fue parte de la agenda política, sentó un debate sin precedentes a nivel mediático y tuvo meses de exposición de partes médicas, religiosas, artísticas y activistas. El punto de llegada es el rechazo en la Cámara de Senadores. Es casi inevitable ver la película con la consciencia de que al final la batalla fue perdida, pero propone pensarlo como un resultado circunstancial, porque la ola verde se rearma con más fuerza para arrasar con todo en un nuevo rompiente. Entre ambos puntos se da un relato coral, por un lado los discursos plagados de momentos, frases y nombres que quedarán para la historia. Pero sobre los que la película, a pesar de su claro punto de vista, no se encarga de ejercer un ensañamiento desmedido sino que los deja ser en su esencia irracionales o emocionantes según el caso. Lo mismo sucede con la cobertura del congreso partido al medio entre verdes y celestes con sus rituales y particularidades. La columna vertebral de la narración se construye en un viaje de 4000 kilómetros en automóvil, buscando cientos de testimonios y voces de mujeres que tienen en común ésta lucha. Muertes, dolores y traumas. Propone un único diálogo válido que es el despegado de las hipocresías, en el que el punto de encuentro se da desde la empatía más visceral y sincera. Que sea Ley es cine político en su estado más puro, del necesario y transformador de la realidad. De esta manera también se ubica dentro de un foco de debate sobre los hombres que se hacen eco de las problemáticas de las feminidades y toman la posta de un discurso que no tiene nada que ver con ellos. Al margen de la innegable importancia de esta película, es ocasión para recordar la necesidad de espacio para que las mujeres puedan portar su propia voz y dejen de estar únicamente proyectadas en el imaginario masculino, por más valioso que este pueda ser.
La historia de todas Directa y al hueso, Chelo Alvarez-Stehle se toma unos minutos para comenzar a hablar de los breves momentos que vive una mujer antes de empezar a ser avasallada en la vida. Algunos momentos de la infancia femenina se pueden capturar como acercamientos a la idea de libertad, pero esa esencia rápidamente es ahogada, porque desde muy pequeñas las mujeres aprenden que viven en peligro. Tras dedicar más de 15 años a exponer el submundo de la explotación sexual y la trata en Asia y las Américas, la periodista y cineasta española Chelo Alvarez-Stehle se ve empujada a la playa del País Vasco, que dio fin a su infancia e inicio a secretos de familia. Durante su trabajo con supervivientes de tráfico sexual conoce a Virginia Isaias, una mujer mexicana que logra escapar de una red mexicana de trata y prostitución con su bebé de seis meses en el regazo, y deja atrás toda una vida de explotación sexual al cruzar la frontera a EEUU. Diez años de arduo trabajo más tarde, Virginia empieza a reconstruir su vida y acaba convirtiéndose en una gran líder contra la explotación sexual en la comunidad latina del Sur de California. Inspirada por Virginia, Chelo decide ahondar en la raíz de su pasión por denunciar la violencia de género. Ahí nace un viaje paralelo de introspección que empuja a la cineasta a regresar a España y quebrar el silencio sobre el abuso sexual en su vida. La semilla que crece dentro de la periodista y directora germinó en un suceso de su infancia, en la que un hombre se llevó a su hermana pequeña al interior de un toldo en la playa y allí se produjo el quiebre en ambas, que hicieron silencio por lo ocurrido durante mucho tiempo. No es casual que Chelo haya decidido recorrer “el mundo” para desenmarañar historias de abuso y explotación sexual de mujeres que cuentan un hecho particular pero representan una vida en común. En España, India, México y en muchos sitios más, encuentra mujeres que dispersas por el mundo vivieron historias diferentes pero iguales. Nunca se vio tan claramente reflejada la llamada “cultura de la violación”, a medida que avanza la película la conexión es inevitable: las niñas son tocadas por extraños o familiares, son acosadas en la calle o en los espacios que frecuentan, también pueden ser vendidas, prostituidas o secuestradas. Lo que es un hecho es que si se elige un punto del mapa al azar, la certeza es que allí también sucede. O peor, que si señalamos al azar en un grupo de mujeres, la certeza es que algo le sucedió en algún momento de su vida, más o menos ultrajante, pero lo vivió. Arenas de Silencio. Olas de valor (2018) trae a la superficie muchas feminidades, muchos tipos de abuso y las distintas formas de procesarlos. Algunas mujeres intentan reconstruirse con mucha dificultad; otras afirman que ya lo superaron pero sin embargo no quieren hablar del tema. Conviven con el fantasma y la alerta que las mantiene en vulnerabilidad una vida entera. Otra de las esencias de la película está en mostrar la capacidad que desarrollan las mujeres para transformarse en supervivientes, y también se pregunta sobre la posibilidad de ser plenamente feliz con esa marca a cuestas. Esta película se abre como una caja de Pandora en la familia de la directora y estallan los secretos. Se asemeja a la actualidad en la que por cada mujer que se anima, hay decenas más que toman impulso.
La incertidumbre corroe el alma Inés de Oliveira Cézar, de una filmografía cargada de personajes femeninos (La otra piel, Cassandra), estrena Baldío (2019) y ofrece una vez más a una mujer esta vez en el tránsito de la incertidumbre que la corroe. Brisa (Mónica Galán) protagoniza una película en rodaje mientras atiende las emergencias de su hijo, adicto a las drogas. En las acepciones de la palabra “baldío” se encuentran la de terreno abandonado, pero también la de esfuerzo vano. Esta última con un sentido esencial para la historia. Ubicada en el punto de vista de una madre invadida por todo el dolor y el miedo colateral al amor, y de sentir que su propio hijo se le escapa de las manos. El blanco y negro es todo melancolía, y aún más con la inevitable añadidura de pensar que Mónica Galán la filmó con la certeza de que era una despedida. Las fibras sensibles se movilizan por todos los frentes pero lejos de los golpes bajos, la película transmite mucha fuerza. Hace foco en el punto de vista de quien acompaña y siente el resabio de una enfermedad que no padece pero que inevitablemente la modifica. Lo íntimo, lo social y lo profesional se alteran y se vuelven un peso insoportable. Baldío tiene todo para atravesar la pantalla y apelar a la empatía en carne viva.
Bombas de tiempo La desidia como sinónimo de asesinato es el punto de partida de Escuela bomba (2019), una película que recopila datos sobre un hecho que sacudió la consciencia colectiva sobre el día a día docente, y que sostiene que Sandra y Rubén murieron porque el Estado los ignoró y eso no puede ser llamado “accidente”. Una explosión de gas se llevó la vida de la vicedirectora y el encargado de una escuela en Moreno, y reveló la problemática de fondo sobre la infraestructura de las escuelas abandonadas por los gobiernos, en este caso ubicada específicamente en una localidad, pero como una realidad calcada en un montón de lugares. De hecho, en el camino que acompaña la película, se despertaron las inspecciones urgentes que descubrieron muchísimas más escuelas en riesgo, como bombas de tiempo. “Soy herrero, yo sé lo que es una reja y la explosión la arrancó” relata un vecino sobre la brutalidad de la explosión que arrancó una porción de la comunidad del barrio. Afortunadamente el potente sentido de pertenencia de las personas comprometidas con la realidad, desencadenó una serie de acciones militantes, políticas y sociales que fortalecieron una lucha por la dignidad. La película registra y conecta las problemáticas dentro de la esperanza, los conflictos de la lucha de las hormigas que se encuentran en choque con la necesidad de la protesta y a la vez una urgencia que depende de ellos, como el hambre de los chicos. ¿Cómo se avanza sobre la indiferencia? ¿cómo se transmite el valor de la lucha?, el documental propone conocer y reconocer las caras y los cuerpos cargados de esperanza y de convicción por modificar la realidad.