Un hecho fortuito se transforma en el disparador de una serie de cambios importantes en la vida de Roberto Benítez, un cantante de música popular que se siente claramente en el ocaso de su carrera. Lo asaltan en una oscura circunvalación de las afueras de la ciudad de Córdoba y de ahí en más se le armará un mapa nuevo: se producirá el sorpresivo reencuentro con un viejo amigo músico con el que no tenía contacto hace un buen tiempo, iniciará una relación de complicidad con un joven involucrado en el robo de su automóvil y una desarrollará una visible empatía con un grupo de vecinos, liderados por un sacerdote muy comprometido con su comunidad en una lucha para evitar que una poderosa compañía de celulares instale una antena de grandes dimensiones que parece peligrosa para la salud de todos.
Osvaldo Laport interpreta con sensibilidad al artista en declive, aportándole al personaje un trabajo corporal, gestual y un tono de voz que lo define y lo hace verdadero y entrañable. Es imposible no entender su compromiso en el reclamo, su disfrute del acercamiento de una hija con la que tiene una relación tierna y caracterizada por la franqueza, y también la disputa amarga que establece con su manager español de toda la vida.
La película tiene un humor ligero y una nobleza que disipa el peso de cualquier objeción que pueda formularse por sus formas más bien convencionales, que no le impidieron ser seleccionada para la apertura del Bafici.