Bandido

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Osvaldo Laport se luce como un cantante popular en decadencia que se encuentra ante una nueva oportunidad en su vida en esta película cordobesa que será la apertura del BAFICI el miércoles 17 y se estrenará en el cine Gaumont (y en la plataforma Cine.Ar) el jueves 18.

Película de apertura del festival de cine y estreno comercial al día siguiente, este film de origen cordobés protagonizado por Osvaldo Laport propone una mirada tierna, melancólica y socialmente comprometida sobre la vida de un veterano cantante de cuarteto que está ante una crisis personal que es, a la vez, una oportunidad para recalcular su futuro. Con un tono amable, interpretaciones sólidas y un tono de sencilla comedia dramática que consigue exactamente lo que parece proponerse, BANDIDO cuenta una buena historia acerca de las vidas de los músicos populares cuando llegan al que parece ser el ocaso de sus carreras.

Laport encarna a Roberto Bénitez, más conocido como el «Bandido» que le da título al film, quizás con alguna claridad ligada a su propia relación con la fama. Gran estrella de telenovelas desde los años ’80 a mediados de los 2000, seguramente el actor tiene para sacar de su propia historia muchas de las sensaciones y vivencias de su personaje, un músico que supo ser muy famoso pero que hoy continúa con su carrera un poco de memoria, sin ponerle demasiada pasión, casi por obligación y fuerza de los contratos de turno que le consigue su manager español (Juan Manuel Lara).

Si bien tiene un buen pasar económico y una amable relación con su hija adulta, Bandido parece un tanto abatido por la vida, desapegado de todo. Encima, una noche un grupo de adolescentes le roba el auto en medio de una avenida y la situación lo lleva a terminar en la casa de un cura, que lo ayuda a salir del mal paso. Estando allí se topa, de casualidad, con un viejo amigo de la juventud, músico también, que hace mucho no ve. Y a partir de ese encuentro se le posibilitará, mediante la invitación a participar de un evento a beneficio, una segunda chance de darle sentido a su presente.

Juncos procede a partir de un guión clásico, con oposiciones muchas veces vistas, pero gracias al tono despojado y cercano que plantea logra darle una impensada fuerza a lo que sucede. Hay una celebración de lo humano, de las amistades y del reencuentro con el mundo «real» que el director traduce muy bien en escenas y situaciones verdaderas. El otro gran responsable de que esta fórmula funcione es el propio Laport. Si bien su personaje tiene más aspecto y presencia de cantante melódico que de ídolo de la bailanta, el actor uruguayo construye a «Bandido» sin altisonancias ni momentos de «alto dramatismo» al uso. La suya es una composición interior, precisa y creíble, que logra que el espectador entienda las emociones que va atravesando del principio al fin de esta pequeña aventura.

BANDIDO no se propone revolucionar el género ni nada parecido. Los arcos dramáticos de los personajes y los giros narrativos de la historia se han visto muchas veces, pero el tono asordinado que usa Juncos –uno que hace recordar también a EL ULTIMO ELVIS— permite darle al film una fuerte credibilidad. De algún modo, lo que ayuda a Bandido a lidiar con su crisis es pensarse a sí mismo en contexto, verse no ya como una estrella alejada o alienada de sus fans sino como alguien que puede conectarse con ellos y con sus amigos desde un lugar más directo y hasta socialmente comprometido. En este marco político, que la película de apertura del festival de cine porteño sea una cuya «lucha» tiene que ver con defender a los vecinos de un barrio frente a una gran empresa, no deja de tener su sabor un tanto irónico.